No puede impedirse el viento.
Pero pueden construirse molinos
Proverbio holandés
Hoy somos,
diferentes al ayer.
Lo que ayer vivimos,
nos lleva a sumar,
para bien o para mal,
vivencias, hechos,
momentos que nos dejan
una marca, una sensación.
Lo que vivimos,
suma a nuestra forma de ser.
Es una suerte de movimiento,
cambio, evolución.
Lo que hagamos o no con ello,
depende de nosotros,
y a nosotros nos afecta
de formas diversas.
Podemos renegar,
apoltronarnos,
decidir no movernos,
asumir que no cambiamos,
a pesar de que si lo hacemos,
queramos o no.
Pregúntale a la balanza,
al espejo… a tu cuerpo.
Adaptarse es entonces,
un valor para transitar,
para vivir este camino.
Adaptarse es entonces,
la flexibilidad necesaria
para ajustar hábitos,
prácticas y costumbres
a nuevos momentos:
planificados o imprevistos.
Adaptarse es entonces,
entender que hay movimiento.
que en algún momento,
las cosas dejarán de ser como son
y serán de otras formas,
y que esa situaciones
requieren de nosotros
tolerancia, resiliencia
comprensión y sentido común.
Es decir: adaptación.
Adaptarse no es,
renunciar a los propios sueños,
bajar la cabeza
y someterse sin reflexión.
Adaptarse no es,
dejar que todo pase,
“porque no hay nada que hacer”.
Adaptarse no es,
ni debería ser
una rendición
ante las circunstancias
y las personas que provocaron
nuestra necesidad de adaptarnos.
Que el adaptarnos
sea también,
tiempo para pensar,
diseñar y poner en marcha,
los cambios que creemos necesarios,
para que esa vida:
solos o en compañía,
tenga un verdadero sentido
y también propósito.
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