Nadie piensa, donde todos lucran; nadie sueña, donde todos tragan
José Ingenieros (El hombre mediocre)
La reacción de alguien,
que se encuentra con algo podrido,
es de inmediato asco,
repugnancia y decepción,
incluso molestia.
Esperabas que algo esté bien,
y cuando lo abres,
cuando lo descubres,
era algo dañado, algo podrido.
Esa es, por desgracia,
algo que pasa en nuestros días.
En todo momento, a toda hora,
llegan reportes noticias
e investigaciones
que nos cuentan y nos dicen
lo podrido que está nuestro entorno:
malandros, narcotraficantes, terroristas,
delincuentes de todo tipo,
policías, militares, jueces, políticos,
ministros, ministerios y gobiernos,
envueltos, salpicados y parte de mafias
que en medio de crisis humanas,
aprovecharon el momento
y los momentos
para hacerse con el poder
y con los poderes
que les permiten hacer y deshacer
en un país que pende de un hilo.
Eso no era posible
sin unos cómplices,
sin aquellos que servirían de testaferros.
No era y no es posible,
sin autoridades sobornables,
sin jueces corruptos,
sin ciudadanos malvados
que pusieron a su familia por delante
para ganar dinero mal habido,
a pesar del dolor de los ciudadanos.
La mafia y el delito,
lucra, porque encuentra en nosotros
el caldo de cultivo
para su fórmula perfecta:
corruptores y corruptos,
delincuentes y colaboradores con la delincuencia.
No solamente es una cuestión de cárceles,
penas, sanciones, armas y municiones,
sin educación y valores
la población abandonada
será el socio ideal de una delincuencia
que, al contrario del estado y la sociedad,
sí, se encuentra organizada.