La cultura es lo único que puede salvar un pueblo, lo único, porque la cultura permite ver la miseria y combatirla. La cultura permite distinguir lo que hay que cambiar y lo que se debe dejar, como la bondad de la gente, el compartir una empanada, un vino...
Mercedes Sosa
Nos preocupan
muchos hechos y momentos
que se repiten con frecuencia
y que afectan y complican
la convivencia humana.
Nos preocupa el maltrato
y el trato indigno
que reciben los adultos mayores,
a quienes se arrincona,
porque son un peso
porque no se los valora.
Nos preocupa el grado y el volumen
que ha tomado la corrupción
en esferas públicas y privadas.
Nos preocupa el crecimiento
de mafias y traficantes
de drogas, armas y personas.
Junto a ellos,
el crecimiento constante
de carteles de muerte y terror.
Nos preocupa la falta de preparación
de los encargados del servicio público.
Es decepcionante saber que
lo que llamamos derechos de los humanos,
se cumplen en mínima forma.
Inseguridad jurídica, inseguridad social,
pobreza, desempleo y falta de oportunidad,
pueden ser los grandes males
de una gran parte de la sociedad.
Y, a la par con ello,
un desinterés y un quemeimportismo,
ante el caos.
Una constante queja
y a la vez un “no saber qué hacer”.
Incrementar las penas, armar a la población,
encarcelar a todos, echar la culpa al gobierno,
a la escuela, a la educación,
a las nuevas generaciones, a la familia,
a todos, tarde o temprano.
Necesitamos construir, reconstruir y restaurar
lo que llamamos cultura.
No puede haber paz si no construimos cultura de paz,
aquellos elementos y prácticas claves para la convivencia
el respeto y la tolerancia.
No puede haber educación,
si no construimos cultura de aprendizaje.
Estudiar, leer, entender,
comprender, colaborar.
Aprender a conocer,
aprender a hacer,
aprender a vivir juntos,
aprender a ser,
aprender a aprender,
durante toda la vida.
No puede haber respeto,
decoro, ética y buenas costumbres,
si no construimos cultura de ello:
aquello que nos une, que nos hace humanos,
que nos hace sensibles, que nos hace corresponsables,
que nos hace respetuosos, que nos hace solidarios,
que nos hace ser parte de la solución y no del problema.
Necesitamos restaurar, rescatar, construir y promover
aquella cultura que nos permita reorientar el rumbo.
Ningún caudillo, ley, amenaza o sanción,
hará que las cosas cambien, sin que los hábitos
le den la oportunidad al corazón,
de recuperar su humanidad,
y a la humanidad, de recuperar su dignidad.