Los ruiseñores sólo se dedican a cantar para alegrarnos. No estropean los frutos de los huertos, no anidan en los arcones del maíz, no hacen nada más que derramar su corazón, cantando para nuestro deleite. Por eso es pecado matar un ruiseñor
Harper Lee
¿Qué pasó
y en qué momento pasó?
¿Cuándo murieron,
cuándo fueron asesinados
aquellos valores,
aquellos elementos constitutivos
de aquello que llamamos convivencia?
La convivencia,
como el ruiseñor
nos entrega cantos y sentimientos
de paz, amor y comprensión.
La convivencia,
no destruye la diversidad,
no daña el corazón,
no promueve el individualismo.
La convivencia nos reta
al ejercicio humano
de cuidarnos unos a otros,
como una prioridad.
La convivencia nos convoca
a salvar al que grita
porque se ahoga,
y que espera ayuda
y no una clase de natación.
La convivencia
nos reta a extender la mano,
la mano abierta,
y no un puño cerrado,
que desprecia y golpea.
Por eso,
y por tantas cosas más,
hoy me pregunto
¿Qué pasó
y en qué momento pasó?
¿Cuándo murieron,
cuándo fueron asesinados
aquellos valores,
aquellos elementos constitutivos
de aquello que llamamos convivencia?
Una crisis,
no activa acciones solidarias,
humanas, resilientes, comprensivas.
Una crisis,
desata una histeria colectiva
que nos lleva a pensar en nostros,
y no en ellos.
Y qué decir de los gobiernos,
de los gobernantes, de los políticos,
de aquellos que tienen
la responsabillidad legal,
y también moral,
de preocuparse del bien común.
Olvidaron para lo que están,
y solamente están
para su beneficio personal.
La están matando a la convicencia,
así como han matado al ruiseñor,
así como han matado a la gente,
a la esperanza y a la ilusión.
Pero debemos saber,
que aquellos elementos
prácticas y valores
que constituyen la convivencia,
están en nuestro corazón.
Se activan automáticamente,
cuando los ponemos en práctica,
con nosotros mismos,
con los que amamos,
con los que desconocemos,
con los que aborrecemos,
con los que disentimos,
con la tierra donde vivimos.
Porque al final,
todos somos,
y debemos ser convivencia.
No la matemos por favor,
porque mataremos también,
nuestro propio corazón.
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