Los días son...
una suma de presentes
La ansiedad,
se había convertido
en la plaga del ese tiempo.
Muy cerca de ella,
también caminaba
el fantasma del buscar ser
como la gente quería que seas.
Conductores suicidas,
guiando hacia el abismo,
la vida de quienes están a su cargo.
Conductores suicidas,
que esperan el premio
al cruzar la meta de una vida
llena de mala fe.
Parte del sentido de la vida,
es recordar a los muertos,
y dar la vida por los vivos.
Parte del sentido de la vida
es transformarnos en palabra,
obra y testimonio.
Cada variable era una posibilidad,
cada posibilidad una incertidumbre,
cada incertidumbre una oportunidad
Santiago Posteguillo
(en Africanus, el hijo del Cónsul)
Frenéticos cambios,
tendencias mundiales inesperadas,
lenguajes poco claros,
comportamientos cambiantes.
La incertidumbre es
una especie de constante.
Parece ser,
que debemos aprender
a convivir con ella.
Las sociedades
han vivido y viven
sus propios tiempos
que las afectan
y las marcan
de particulares formas.
Eventos locales,
nacionales,
regionales y mundiales
nos han demostrado
que no estamos listos
ante la incertidumbre…
ante lo inesperado
Olvidar rápidamente el pasado,
nos lleva a cometer
un mismo error,
una y otra vez
Pensar y trabajar,
en actitudes sociales
y también personales
que tengan que ver
con adaptación
flexibilidad,
resiliencia y anticipación,
podría permitirnos desarrollar
una actitud tal,
que si bien no adivina el futuro,
nos prepara para lo incierto…
una especie de alquimia moderna.
Los antiguos alquimistas
transmutaban los metales.
Aquellos que eran
metales inferiores
llegaban a ser
metales preciosos: oro.
Esos antiguos alquimistas,
también eran reconocidos
por esa búsqueda interior,
por ese ejercicio de purificación
y transformación
desde una dimensión espiritual
y por qué no: filosófica.
Creo
que necesitamos
una alquimia tal
que nos lleve a la habilidad
de transformarnos y transformar.
Que nos ayude a desarrollar
esas habilidades de adaptarnos,
ser flexibles, resilientes
y conscientes de la incertidumbre.
Una alquimia
que nos lleve a esa capacidad
de poder transformar
situaciones complejas (metales inferiores)
a situaciones mejores, no violentas,
dignas y que hagan bien a los demás (oro).
Es todo un universo,
la mente y sus pensamientos.
No se diga,
cuando esa mente,
presume, cree, especula, inventa...
Compañera silenciosa,
compañera invisible,
que habla sin parar,
que pesa una eternidad.
Compañera de viaje,
que llegó sin invitación,
y que no se quiere marchar,
... compañera depresión.
Llamaba energía,
al encuentro de miradas,
al intercambio de palabras,
a esa ebullición de deseos,
de sentimientos y pensamientos,
que solamente era posible
en cada encuentro...
La música como encuentro,
de lo propio y de lo extraño.
La música como puente,
que conecta, que une.
La música como amalgama,
de voces y de almas.
La sociedad sería una cosa hermosa
si se interesaran los unos por los otros
Chamfort
En algún momento,
las cosas cambiaron de rumbo.
La lógica dejó de tener sentido
y ni se diga su primo hermano:
el sentido común.
Pensar diferente,
pasó a ser pecado,
y ser intolerante
se volvió parte del ser.
El reflejo de lo que hoy es el poder,
el ejercicio de la política
y el quehacer
de las instituciones del Estado,
nos muestran
una inhumana realidad.
La opinión pública,
se transformó
en la peor de las opiniones,
construyendo supuestas realidades
sobre la base de mentiras.
Olvidamos
el arte de pensarnos humanos,
de ser solidarios
y de preocuparnos por todos,
por los que más lo necesitan
y por lo que menos necesitan.
Al final,
somos unos necesitados,
que si nos desconectamos
perdemos el sentido
de vivir en comunidad
y de ser humanidad.
Las semillas del odio,
de la intolerancia,
del facilismo,
de la trampa,
del dejar hacer y dejar pasar,
resultaron más efectivas
que las semillas del amor,
de la comprensión,
del perdón, de la comunión
de la solidaridad y la resiliencia.
Porque esa es la forma
en la que el poder
domina y transforma
a una humanidad presa
de la ignorancia y los miedos.
¿Cuánto de lo que hacemos,
dejamos de hacer,
creemos o no creemos,
contribuye al estado actual
de este tiempo y de esta sociedad?
Todo lo que hagamos
para evitar transformarnos
en lo que no queremos ser,
para acabar con el odio,
la intolerancia
y aquellos modelos de comportamiento
que decimos combatir,
replicándolos (desde nuestra inconsciencia),
todo, valdrá la pena.
No podemos seguir siendo
la sociedad del desinterés,
y la sociedad de los valores perdidos.
Los comienzos,
nacen de un pasado.
Los pasados,
se olvidan,
se guardan,
se recuerdan,
o se transforman.
Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos
Eduardo Galeano
Es verdad,
que el hoy
no es igual al mañana,
y tampoco al ayer
Tienen nombres diferentes,
-esos días-
temperaturas y brillos
que cambian
con el clima.
Y aunque no son iguales,
a la vez,
pueden ser
monótonos,
repetitivos,
aburridos,
simples,
desabridos,
uno tras otro.
Esos días
(así vividos)
se cuentan,
por contar,
aunque no pase nada
y nos convenzamos
de que un milagro
(no nosotros)
cambiará el todo,
sin esfuerzo propio.
Nada nuevo pasará,
nada diferente,
nada importante,
nada errado,
si no intentamos
empezar algo.
Actuar,
comprometernos,
empezar,
empezar algo,
un año, un mes,
una semana… un día,
conscientes
de esa vida,
de nuestra vida.
Seremos
una suerte
de espectadores
que se quejan
de que las cosa no cambian,
mientras juzgan
a cada uno
de los que intentan
algo diferente,
un cambio,
una nueva forma de vida.
O, seremos
el ejercicio constante
de crear en nosotros
la capacidad necesaria
de vivir en los días
de nuestra existencia,
momentos,
instantes, segundos,
que nos recuerdan
lo fundamentales que somos
para nosotros mismos,
y para ese vivir
que incluye a otros.
Empezar
las veces que queramos,
las veces que sean necesarias,
porque no entramos al futuro,
lo creamos.
Tras la pausa,
la vida vuelve a su día a día.
Las horas se pintan,
de diversos colores.
Las sensaciones suceden,
una tras de otra.
Las promesas encienden
los cronómetros en reversa.
No era un cuaderno en blanco,
era un cuaderno,
con más hojas en blanco.
Las otras,
las que fueron escritas,
tachadas, arrancadas
o borradas,
estaban allí…
en el cuaderno o en el corazón