Me pesan mis pasos al andar,
mi espalda no aguanta la carga,
mi ojos no quieren mirar,
mi corazón se niega a palpitar.
No hay una luz al final del camino,
solo la sensación de un negro destino,
un desasosiego por lo vivido,
una ruta de dudas y miedos,
que recorro, lentamente, compungido.
Quizá cerrar los ojos,
no volverlos abrir jamás,
quizá cerrar la boca,
y no hablar una palabra más,
quizá congelar los sueños,
desconectar mi cuerpo,
guardad el corazón y el alma,
en un arcón escondido,
en la profundidad de la tierra.
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