En la democracia occidental se goza de libertad a condición de no usarla.
Es casi
una fórmula mágica,
que da poder,
que permite hacer,
lo que de verdad
les da la gana,
a quienes en la historia,
son líderes temporales,
de los beneficios del poder.
Y es el hecho de dividir,
a las sociedades, a las personas,
de catalogarlas como buenas y malas,
como fieles al poder,
o terroristas,
si están en contra de él.
Es el hecho de crear,
una mecanismo para controlar,
las voluntades y las libertades,
que se negocian por trueque,
por intercambio de mercancías,
reconocidas en figuras conocidas:
bonos, favores, contratos y puestos de trabajo.
Dividir las sociedades,
hacer que los ciudadanos
olviden que son hermanos,
denigrar el ejercicio profesional,
y otras acciones mas,
convierten al ejercicio del poder,
en un juego de niños,
en un circo maligno,
que utiliza una maquinaria comercial,
llamada marketing político,
y que te recuerda cada segundo,
cada minuto, cada hora,
y cada día de cada año,
que no podrías estar mejor en la vida,
que ha llegado la solución definitiva,
que debes dejarlos que gobiernen,
pues no hay mejores que ellos,
pues no hay nadie que los detenga.
Dividir las sociedades,
para que su voz sea débil,
y su actitud confundida,
que no logra articular
ninguna idea con aceptación popular.
Dividir sociedades,
que estaban divididas,
por interese particulares,
por actitudes mezquinas,
por ejercicios de poder
que acabaron las ilusiones,
y que fueron la razón,
para que ganen la elección,
los que nos gobiernan hoy.
Dividir las sociedades,
y mantenerlas divididas,
para que al final,
no tengan por quién mas votar.
Dividir sociedades,
usando por bandera
el ejercicio de las libertades,
las reivindicaciones populares,
las promesas eternas
de esperanzas sin fecha.
Sociedades divididas,
incapaces de pensar,
de ejercer pensamientos nuevos,
de creerse capaces
de enfrentar al dictadorzuelo,
de proponer nuevas ideas,
nuevas formas de gobierno,
que unan a todos,
como la células del cuerpo.
Sociedades que
recuperar deben,
el amor propio,
la palabra y la voz,
no para reclamar,
sino para proponer,
no para insultar,
sino para animar,
no para destruir,
sino para construir,
no para dividir,
sino para unir,
no para robar,
sino para crear,
no para odiar…
sino para amar.
Sociedades divididas,
que se merecen
el gobierno que tienen,
y los gobernantes que los gobiernan,
el destino fatal,
de un desgobierno,
no solo nacional,
sino también local.
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