Si los niños vienen a
nosotros de familias fuertes, saludables y funcionales, hacen nuestro trabajo
más fácil. Si ellos no vienen a nosotros de familias fuertes, saludables y
funcionales, hacen nuestro trabajo más importante.
Barbara Colorose
Hoy el calendario recuerda,
que se debe celebrar,
el día del maestro,
el día del educador,
el día del que enseña.
Seguro habrán celebraciones,
discursos y vacaciones,
y está bien,
porque es bueno celebrar,
es importante recordar,
el esfuerzo complejo,
que significa ser maestro.
Y se hablará seguro,
de su denodada labor,
de su sacrificio,
de su dedicación,
de las noches en vela,
de las horas de entrega
a una labor,
que con el tiempo,
pierde pasión,
que se valora y se paga poco,
que se critica y se desconoce mucho.
Se hablará también,
de momentos complejos,
de aquellos que olvidan,
la función del maestro,
y que la reducen,
a una especie de concepto,
a una especie de máquina,
que debe cumplir con un método,
que debe saberlo todo,
que no tiene margen de error,
que es responsable de lo peor,
que nada tiene que ver con el éxito.
Se pide tanto al maestro,
y se le da tan poco,
mas aún,
cuando su labor está lejos,
de la ciudad y de los ciudadanos,
cuando los niños que acuden a su llamado,
no han desayunado, no han dormido bien,
o son permanentemente maltratados.
La labor del maestro se complica,
cuando es la política,
la que guía sus pasos,
y no los corazones,
de unos niños apreciados.
El maestro enseña,
con su pizarra buena,
o con un trozo de madera,
porque no son los medios,
bueno fuera,
es la intensión,
es la pasión,
es la entrega si reservas,
la que de verdad enseña,
la que deja huella.
El maestro,
el verdadero maestro,
mira a través de los ojos,
el corazón de su pupilo,
aprende a conocerlo,
sabe de sus alegrías,
sabe de sus tristezas.
Sabe que sufre,
o que ríe,
sabe que es maltratado,
acosado o abusado,
o sabe que es feliz,
que tiene un hogar,
con calor humano.
El maestro sabe,
y si no, debe saberlo,
que todo lo que diga o haga,
será enseñanza para su alumnado.
Que más enseña su ejemplo,
que su libro o su cuaderno;
que son sus actitudes,
las verdaderas lecciones,
que el niño y el joven,
escriben en sus corazones.
Están bien los discursos,
están bien los homenajes,
estaría bien,
estaría muy bien,
reflexionar sobre la responsabilidad
que la educación tiene
en el desarrollo de la sociedad,
en la que el maestro,
es una parte de un todo,
de un todo más complejo,
que necesita recursos,
que necesita compromisos,
que necesita la atención,
que necesita inversión.
Mientras la educación no sea,
una prioridad,
una herramienta del progreso,
una esperanza de un futuro mejor,
una oportunidad de cambio,
un espacio para moldear el corazón humano,
será entonces,
una molestia para la ciudadanía y el Estado,
una actividad sin futuro.
En el día del maestro,
quizá recordar,
que maestros no solamente son,
los que en el aula enseñan,
lo somos también todos,
porque nuestras actitudes,
nuestro comportamiento enseña,
para bien o para mal,
pero enseña.
Para el maestro del aula,
quizá el reto es mayor,
porque gran parte de
su vida,
comparte su ejemplo,
escribe en el corazón
y en el espíritu de niños y jóvenes,
que actuarán y enseñarán,
lo que aprendieron de su maestro.
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