El diálogo, basado en sólidas leyes morales, facilita la solución de los conflictos y favorece el respeto de la vida, de toda vida humana. Por ello, el recurso a las armas para dirimir las controversias representa siempre una derrota de la razón y de la humanidad
Juan Pablo II
Culminó la marcha por la vida,
y los análisis de parte y parte,
no se hacen esperar,
para unos todo un éxito,
para otro, un fracaso total.
Continúa la tramitación de leyes,
de importante impacto social,
las audiencias en la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos,
la crisis nacional por el temporal de lluvias,
la reforma a la justicia en general.
Se inician además,
los primeros movimientos
que dicen relación,
con todo el proceso de elección,
de Presidente y demás dignatarios.
Está pendiente el inicio
de nuevas negociaciones
de carácter comercial,
con Europa y su comunidad.
Es decir,
hay mucha tela que cortar,
hay mucho que dialogar,
hay mucho que discutir,
hay mucho que ganar,
y todo para perder.
Y si hay tanto que dialogar,
¿sabemos si podemos hacerlo?,
¿está la oposición y el gobierno
dispuestos a dialogar?,
¿qué entienden ellos y nosotros
por diálogo?.
¿Estamos conscientes
de que si no dialogamos,
podemos hipotecar
o botar al barranco
el futuro del país
y de las generaciones futuras?.
Si hay tanto que dialogar,
habrá que prepararse para ello,
y entender primero
que dialogar es sobre todo,
saber escuchar,
aprender a entender,
qué pasa en el entorno,
quién es mi oponente,
qué busca,
qué pide,
cuánta lógica hay en su petición,
cuánta buena, o mala fe
hay en sus palabras y en sus hechos,
cuánto puedo aportar yo,
para que el otro consiga su objetivo,
cuánto me conoce a mí, mi oponente,
cuánto quiero imponer mi opinión,
o si soy yo el que tengo el poder
y puedo hacer lo que me de la gana.
Hay mucho que dialogar,
pero hay tan poco tiempo para ello,
no le hemos dado el peso
y la importancia del caso,
al diálogo y al consenso.
Lo que es peor,
asumimos con los días,
que el mejor diálogo,
es la imposición de las ideas
y las acciones,
que dialogar es una pérdida de tiempo,
que los unos y los otros,
se guardan tanto temor
que prefieren callar,
que prefieren gritar
antes que dialogar.
Tenemos un reto como sociedad,
como Estado, como gobierno,
como responsables del presente
que será el futuro de los que amamos,
tenemos la responsabilidad de construir,
de crear, de dar forma a una gran sociedad,
pero sin diálogo y consenso,
esto seguirá siendo
todo menos un país entero.
¿Cuán preparados estamos para ello?,
¿estamos dispuestos a ceder posiciones?,
¿a pesar de que nos califiquen de cobardes?,
¿estamos dispuestos a invertir esfuerzo y tiempo
en largos proceso de diálogo y consenso?.
Si esto preguntamos para lo nacional,
reflexionemos también en lo personal,
en nuestra casa, en nuestro barrio,
en nuestro trabajo, en nuestro negocio,
¿dialogamos para el consenso?,
o solamente es un diálogo de sordos,
o solamente decimos que otros dialoguen,
que eso, no es con nosotros.
Un buen diálogo es el aquel que agota el problema,
sin agotar a sus interlocutores,
sin desgastar a las personas y a las instituciones.
Es verdad,
se requiere tiempo.
Es verdad,
quizá los verdaderos resultados,
el verdadero efecto,
no se vea de inmediato.
Es verdad,
esto requiere un compromiso serio,
¿quién levanta la mano?,
¿quién se apunto y pone el corazón?,
¿quién da el primer paso?.
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