No existe el miedo a la muerte, sino a lo desconocido.
Hijo mío,
me dices que tu corazón,
cuando estoy ausente,
te dice que tiene temor
de que no esté presente
ni un día más en tu vida.
El temor a perder
a la persona querida,
a aquellos que complementan nuestra vida,
a los que nos ayudan a caminar
a los que nos prestan el hombro para llorar,
a los que amamos con pasión,
a los que respetamos con devoción,
es algo natural,
es un sentimiento especial,
que habla de nuestra condición de humanos.
Cumplimos una función en la tierra,
y por ello debemos ser lo más grande,
el proyecto mas importante
que el mundo haya tenido para con la gente.
No hemos llegado,
solamente para vivir algo,
para hacer lo que se debe,
o parecer que hacemos lo que debemos;
estamos aquí porque alguien nos amó,
porque alguien nos ama,
y es por ello que la vida
no es solo una senda,
es el reto mas grande
por amar en la convivencia,
en el respeto, en la tolerancia,
en la inequidad, en el dolor,
en la dificultad.
Cuando seas padre,
comprenderás el profundo amor
que traes cuando naces;
nada es igual para un padre,
desde que su hijo
llega a sus brazos para quedarse,
las prioridades cambian,
las noches se alargan,
el amor se acrecienta,
la vida… es todo un detalle.
Y crecen los hijos,
y descubren que los padres
no somos aquellos héroes,
que creían de niños,
que somos humanos,
que cometemos errores,
que nos confundimos,
que nos equivocamos,
pero que los amamos infinitamente,
al punto de dar la vida en cada instante.
Ese amor,
esa convivencia,
no solo produce felicidad
también genera intranquilidad,
al pensar, como piensas,
que un día tu padre no estará
y que entonces,
te caerán del cielo las estrellas.
Es verdad,
que algún día llegará
el momento de dejar esta tierra,
pero eso no te tiene que amargar,
al contrario, debemos aprovechar,
cada segundo, cada instante, cada momento,
para saber que el amor que nos tenemos,
el amor que tienes a los que te aman,
y quienes amarás en el transcurso de la vida,
será una llama encendida
que nos calentará el alma,
que nos volverá a la calma,
que nos recordará día a día,
que aunque no esté la persona querida,
su solo recuerdo nos basta.
Hijo mío,
debemos seguir el camino,
no hay tiempo para llantos,
de la mano juntos,
es momento de hacer frente a los miedos,
que no se nos pase el día,
que no nos llegue la noche
y debamos decirnos,
¿por qué no hicimos esto?,
¿por qué no hicimos lo otro?...
Los miedos naturales,
a perder lo que amamos,
pueden ser transformados
en verdaderas inspiraciones
para seguir viviendo
con la misma intensidad
cada día de la vida.
Te invito,
a que seamos un verdadero proyecto de vida,
a que en sendas individuales o compartidas,
seamos algo de lo que estemos felices de ser,
de que seamos luz que ilumina,
calor que cobija,
amor que tranquiliza,
verdad que guía,
pasión por la alegría,
y paz que contamina.
Tus miedos… son los míos,
y ahora que los compartimos,
es momento de seguir el camino.
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