No sé desde hace cuánto,
nuestra querida ciudad
dejó de ser aquel tranquilo
y precioso lugar
donde todos,
sin distinción de clase,
disfrutábamos
de las trivialidades de la vida:
caminar por la calle,
al cualquier hora,
abrir las ventanas de la casa,
para que viento corra
por todos lados.
Incluso dejar abiertas las puertas,
en señal franca
de hospitalidad lojana.
Jugar en la calle,
con los vecinos del barrio,
y saludar al desconocido
que por una dirección preguntaba.
Hoy aquellos días se han ido,
la ciudad tranquila
dejó de serlo,
y leemos día a día,
escuchamos en cada momento,
que los ciudadanos
son víctimas perfectas,
no de aquel que roba comida
para dársela a sus hijos,
no de aquel que se apropia de un bien
porque no tiene otro camino.
Hablamos de delincuentes
y de organizaciones delincuenciales,
que roban a los invidentes,
cuando caminan por las calles,
para robarles el bastón,
pues no tenía otra cosa que darles.
Hablamos de delincuentes,
que entran en tu casa
a fuerza de las armas
y acaban con los pocos recuerdos
que te quedaban,
unos anillos, unas medallas,
artículos varios y un poco de plata.
Hablamos de delincuentes
que se han robado,
lo más importante que tenías
como ciudadano de esta casa,
y es que te han robado
la tranquilidad y la paz,
de la gente que vive
en esta ciudad amada.
Nos han robado el deseo
de caminar por las calles,
tranquilos sin prisa,
sin mirar a los lados.
Le han robado a nuestros
hijos la felicidad primera
de corretear por veredas
de caminar por las calles,
pues ellos también
ha sido víctima
de aquellos maleantes
que abusando de los niños
les ha robado dinero de caramelos
y de algún mandado.
Mientras esto pasa,
nuestras Autoridades,
de verdad,
no sé lo que hacen,
un Comité de Seguridad,
reuniones y actas,
hasta que la sociedad decida
tomar la justicia
por mano propia
y resolver con violencia
lo que con violencia
nos ha sido quitado.
¿Será justo esto?
¿Para esto hemos quedado?
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