viernes, 24 de enero de 2025

La sociedad de la competencia

En cuanto el alma pierde la aureola juvenil, los generosos torneos por el aplauso son sustituidos por las egoístas competencias por el dinero

Santiago Ramón y Cajal




Necesarios e importantes,

vienen a ser la eficiencia,

la innovación y el progreso económico,

siempre que promuevan

una mejora continua,

un trabajo mancomunado,

un beneficio común.


El riesgo

y el problema

-creo yo-

empieza cuando estas acciones

dejan de ser colaborativas 

y se convierten 

en una especia de 

“el fin justifica los medios”.

Desigualdad, violencia,

estrés, depresión,

individualismo,

ausencia de empatía

y de solidaridad,

son los resultados 

de una sociedad de la competencia,

que mide la felicidad y el logro

bajo una ficticia medida

creada por quienes

califican al éxito

desde una medida 

de la ganancia como tal.

Hay que ganar,

y hay que ganar a como dé lugar,

incluso a costa de aparcar

cualquier valor

o cualquier signo de ética

o buenas costumbres.


Esto, 

llevado a la educación,

nos traslada

a un estado de reconocimiento

solamente a los mejores,

sin detenerse a pensar

que los aprendizajes

dependen de muchas condiciones

y que los logros

más allá de los títulos,

son aquellas acciones

que las personas desarrollan

gracias a la educación

y que les permite vivir

sin perder la conciencia

ni el sentido común.


La sociedad de la competencia,

nos lleva a ideas

y a escenarios teatrales

de un ejercicio de la política,

donde cada día

se escriben historias

y supuestas verdades

que nos llevan,

peligrosamente,

a prácticas populistas

y también totalitarias.


La sociedad de la competencia

transforma el servicio del estado,

en un negocio, 

perverso en todos sus órdenes,

donde quien no hable ese lenguaje

no tiene cabida

y será combatido,

por su “peligrosa” forma de pensar y actuar.


¿Sabemos quizá,

cuánta conciencia tenemos,

en esa sociedad de la competencia?


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