La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir
y cuando lo nuevo no acaba de nacer
Bertolt Brecht
Las crisis, cualquiera de ellas,
son -o deberían ser-
un punto de inflexión
para producir un cambio,
ojalá hacia algo mejor.
Llegan, cuando algo o alguien,
“no da más”,
cuando la situación es insostenible,
y estalla… algo estalla.
Es necesario ese cambio,
ojalá hacia algo mejor,
porque ya se ha sufrido,
por el dolor, por las lágrimas,
por la desazón.
Ese cambio,
no es algo que sucede
de la noche a la mañana,
de un día para el otro.
Se necesita que,
esas condiciones crueles
que provocan la crisis,
terminen, se vayan, se transformen.
Y, a la vez,
se necesita sembrar
nuevas condiciones, hábitos,
comportamientos, pensamientos
y constantes acciones
que permitan un cambio,
ojalá hacia algo mejor.
La vieja política, la vieja corrupción,
las viejas mañas, la vieja y rancia
forma de hacer y complicar las cosas
y allanar el camino a la delincuencia organizada.
Eso que debe morir, se resiste,
porque es forma de vida que enriquece,
porque es forma de vida que se promueve:
como ejemplo.
En crisis necesitamos que nazca,
o que renazcan las buenas costumbres:
respeto, responsabilidad, solidaridad,
compromiso, entrega, sacrificio, transparencia,
sentido común, tolerancia, alegría, esperanza,
en fin, tantas cosas buenas que nos hacen bien,
y que están apagadas y olvidadas,
en medio de una crisis
donde lo viejo, se niega a morir
y lo nuevo no acaba de nacer.
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