Hay algo tan necesario como el pan de cada día y es la paz de cada día,
la paz sin la cual el pan es amargo. Amado Nervo
Semana de aniversario
de la Declaración Universal
de los Derechos Humanos.
Semana en la cual,
a través de distintos actos
nos hemos recordado, al menos,
que tenemos derechos y deberes,
los seres humanos,
que hay unas normas que no necesitan frontera,
creencia política o religiosa,
o dinero o cosas por el estilo,
que nos recuerdan la grandiosidad
del ser humano en la tierra
y la forma en que debemos
ayudarlo, respetarlo y promoverlo.
Semana también,
de profundo contenido simbólico
tras la muerte de un hombre de paz:
Nelson Mandela, Madiba,
que ha sumido al mundo
en una reflexión, en un recordatorio,
sobre lo que el hombre es capaz de hacer
por el bien del hombre,
sin importar su color de piel,
incluso, sin recordar si es bueno o malo,
es ser humano al fin,
y eso es lo que cuenta.
Entre tantas palabras,
símbolos y reflexiones por la paz
y los derechos humanos,
debemos hablar también
de un tipo de derecho
que quizá agrupa
a la mayoría de ellos:
el derecho humano a la paz.
Paz entendida,
no como ausencia de guerra,
o como una imposición de un gobierno,
o como un silencio impuesto,
o como el temor a hablar.
Paz entendida,
como el triunfo de la razón
ante los diversos actos de violencia
ante las diversas violencias,
que existen en nuestro mundo.
Paz entendida,
como la oportunidad igualitaria
al trabajo, a los servicios de salud,
a la educación de calidad,
al servicio público,
a las condiciones normales
y dignas de vida.
Paz, entendida como
la oportunidad de mejorar en la vida,
de ser respetado y respetar,
de exigir cuentas al gobierno,
de dar cuentas al Estado.
Paz, entendida
como el respeto a la honra y al buen nombre,
a la buena fe como inspiración
de las relaciones humanas.
Paz, entendida
como la posibilidad de enjuiciar
a quien se ha enriquecido
del dinero público
de los fondos de todos.
Paz, entendida
como la responsabilidad ciudadana
de trabajar por un mundo mejor,
de corregir con el ejemplo,
de ser palabra viva,
y no discurso encendido
sin capacidad de acción.
Ese,
ese es el derecho humano
que a la vez es obligación.
Cuando hablemos de paz,
dejemos de lado
el romántico concepto del pasado
y entendamos que estamos hablando
de algo que aspiramos para los que amamos
y también para los que no queremos.
¿Cuánto estás dispuesto a trabajar
por el derecho humano a la paz?
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