viernes, 18 de julio de 2025

Eso llamado integridad

Como flores hermosas, con color, pero sin aroma, 

son las dulces palabras para el que no obra de acuerdo con ellas

Buda

Palabras,

infinidad de ellas,

que se repiten

cada día,

todos los días,

y que nos llegan,

por diversos canales y vías.


Palabras,

algunas de aliento,

otras de sufrimiento,

otras de acusación,

otras de lamento.

Palabras

que cuentan, que dicen,

que transmiten,

que comparten

ideas, noticias,

hechos, mentiras,

rumores, amenazas,

manipulaciones.


Las palabras dichas,

las palabras escritas,

las palabras una vez sueltas,

viajan hacia oídos,

mentes y corazones.

Sufren una suerte 

de apropiación e interpretación.

Algunas se convierten

en mantras, en guía,

en verdades absolutas,

en dogmas.

Otras,

en insultos, 

en agresiones,

en manipulaciones.


Son así de diversas,

de hermosas,

de complejas

de únicas…

las palabras.


Y no sé,

si en esta suerte de velocidad

de la vida actual,

podemos comprobar

si la palabra es coherente con los hechos.

Sobre todo,

cuando es una suerte

de oferta, promesa,

enseñanza, guía,

motivación, ilusión.

Y, también,

cuando la palabra

es una crítica,

una acusación,

un descontento,

una insatisfacción,

una decepción,

una desilución,

una burla o una mentira.


Que las palabras,

más allá de sus colores,

de sus perfumes,

de sus formas y mensajes,

sean coherencia

entre lo que se dice y se hace.


Que trabajemos,

construyendo cada día

eso llamado integridad:

coherencia entre lo que se piensa,

se dice y se hace, incluso,

cuando nadie nos observa.

No es perfección, es integridad.


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