Quizá la más grande lección de la historia
es que nadie aprendió las lecciones de la historia
Aldous Leonard Huxley
Se dice que aprendemos,
en espacios formales
llamados aulas,
de unas personas
a las que llamamos maestros.
Algunas aulas
son más bonitas que otras.
Más modernas y cómodas
en comparación de espacios,
que ni siquiera
pueden llamarse aulas como tal.
En fin,
esa es la idea,
esa es la relación de aquello
a lo que se llama aprender.
Al final apruebas,
bien o mal,
para bien o para mal,
apruebas, o al menos,
alguien dice eso,
y caminas tu mundo,
con lo que dicen que has aprendido.
Pero la vida tiene,
otros aprendizajes,
algunos silenciosos
y quizá más poderosos
e influyentes
que los aprendizajes tradicionales.
Aprendes de comportamientos,
de acciones, de hechos, de situaciones.
Aprendes de personas,
en las que creías confiar
y que luego te enseñan sobre la desconfianza.
Aprendes tanto de la gente,
que en algunos casos
terminas por parecerte a ella,
o a ellas, que quizá aborreces o criticas.
El otro aprendizaje
te lleva a sentir, saborear,
y observar extremos brutales.
Por un lado aprendes a identificar:
envidia, mala fe, ignorancia,
soberbia, necedad, mediocridad,
violencia, brutalidad.
Y, por otro, llegas a conocer
el buen hacer,
el desinterés por apoyar,
la solidaridad, el amor del bueno,
la compañía, la palabra adecuada,
la buena fe, el sentido común,
la humildad, la dignidad humana…
y tantas otras cosas,
que te llevan a pensar,
¿cuál es al final
tu propio aprendizaje?,
¿de qué estás hecho?
¿en qué te has convertido?
¿hacia dónde caminas?
¿hacia dónde caminar?...
y, ¿qué es lo que las personas
que te conocen y desconocen,
aprenden de ti?
Ojalá las respuestas,
(a estas preguntas)
sean buenas para ti.
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