Todos debemos saber que la diversidad es un bonito tapiz, y debemos entender que todos los hilos del tapiz tienen el mismo valor, sin importar su color
Maya Angelou
Hay indicadores
que muestran
los progresos de la humanidad.
Tantos y tantos campos,
de la ciencia dan cuenta de
progresos impensables,
para mejorar la salud,
la conquista del espacio
y el desarrollo de tecnologías
que construyen escenarios de vida
solamente vistos en ciencia ficción.
Y hay también,
indicadores que muestran,
que mientras ese progreso pasa,
niños y niñas mueren
por no tener qué comer
o por beber agua contaminada.
Indicadores que muestran
números impensables
de víctimas asesinadas
en cruentas y sanguinarias guerras.
Los logros
y progresos de la humanidad,
significan mucho
y nos brindan la esperanza
de un mundo mejor.
Aunque esa esperanza,
se vea opacada por una sombra
que cubre graves inequidades:
pobreza, miseria y desesperación
de poblaciones y sociedades
presas de dictaduras,
disfrazadas de democracias,
y sometidas a regímenes
de terror y miedo.
Entonces… la igualdad no es tal,
la igualdad, se convierte
en un deseo, en un anhelo,
en una lucha, en una constante denuncia,
que pone sobre la mesa
crueles datos sobre maltratos,
abusos, burlas, engaños,
violencias, crímenes y asesinatos
de seres humanos:
niños, niñas, adolescentes y mujeres,
víctimas de culturas violentas
que minimizan realidades inhumanas,
que ridiculizan y desconocen
que ninguna legislación
pondrá fin a la violencia,
si la violencia es parte ya,
de la vida.
Aprender a valorar,
respetar, entender, comprender,
apoyar, reconocer y fomentar
la dignidad en la diversidad,
es construir los cimientos
de una igualdad,
que es lo contrario a uniformidad.
No habrá igualdad,
si la mayoría,
o la otra mitad vive discriminación,
limitaciones, acosos,
abusos y violencia.
“Todos los hilos del tapiz tienen el mismo valor
sin importar su color”
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