«Ahora que están aumentando la exclusión y la
desigualdad, debemos redoblar los esfuerzos para que todas las personas, sin
discriminación alguna, tengan oportunidad de mejorar sus condiciones de vida y
las de los demás.»
Mensaje del Secretario General en el Día Mundial de
la Justicia Social,
20 de febrero de 2016
¿Es posible trabajar por la justicia
social?
Si, lo es y somos responsables de ello,
cuando trabajamos por eliminar
las barreras que impiden la igualdad
entre las personas,
sea por razones de género, raza, etnia,
religión, cultura o discapacidad,
entonces trabajamos por la justicia
social.
El problema radica,
en el hecho cierto
de que en estos tiempos
se construyen y mantienen barreras,
físicas y mentales,
que impiden a las personas
actuar como seres normales.
Se imponen creencias y comportamientos
discriminatorios
por el simple hecho de ser y pensar
diferente.
Políticos que trabajan el arte de
fomentar
la intolerancia social
y que logran radicalizar el pensamiento y
las acciones
que se convierten en violentas
contra personas y colectivos
que huyen de sus pueblos
porque la guerra, el hambre y la
injusticia
llegaron para quedarse.
Políticos que destruyen la cohesión
social,
y que construyen falsas historias de
poder
financiadas con dineros ajenos
para buscar cambiar la justicia social
por un modelo de justicia “a la carta”,
o justicia “de manos atadas”,
que se somete,
que se allana al poder
renunciando a luchar
por el bien de los demás.
Mientras haya desigualdad,
no podrá existir justicia social.
Mientras hayan servicios de salud,
financiados por el bolsillo de los
ciudadanos,
pero que no están al servicio de esos
ciudadanos,
sino que son utilizados
como plataforma politiquera,
no podrá haber justicia social.
Mientras la educación sea
un laboratorio de ensayos baratos
dirigido por ciudadanos
que no entienden,
ni quieren entender
que ese es un derecho humano,
no podremos hablar de justicia social.
No es solamente,
un asunto de leyes,
o de una declaración de principios,
es sobre todo,
hacer realidad esos derechos de los
ciudadanos
y esas obligaciones también,
pero en un marco de equidad,
en un marco de igualdad,
en un espacio de respeto,
de construcción de paz.
En un estado
donde se vive la justicia social,
no pueden haber unos privilegiados,
que por el hecho de estar en el poder
se transformen en dioses de barro
supuestamente intocables,
con el derecho “divino”
de disponer de los fondos públicos
sin rendir cuentas claras.
Políticos de turno que creen tener
el “divino” derecho
de señalar con el dedo para callar
las voces que se manifiestan en contra
y que exigen
que haya justicia social,
que cada cual cumpla su rol
y que todos trabajemos en beneficio
común.
No podrá existir justicia social,
mientras la democracia
se encuentre presa
de fanatismo, del populismo,
del fascismo y de otras formas de
dominación social.
¿Es posible trabajar por la justicia
social?
Lo es. Debemos empezar en casa,
en nosotros mismos,
en nuestro comportamiento,
en nuestra preparación,
en nuestra dedicación por el bien común.
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