Algún
día
en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás
a ti mismo, y ésa, sólo ésa,
puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas.
Pablo Neruda
Las Naciones Unidas,
aquel organismo que nació
porque el mundo buscó
en un momento,
un espacio de democracia
para ayudarnos mutuamente,
ha declarado un día
determinado
como el día
de la felicidad.
En principio,
la idea no es mala,
la propuesta es adecuada,
reflexionar sobre la felicidad
y cómo
encontrarla,
porque difícilmente,
podemos comprarla.
Que un día
al año,
como sucede con otros temas,
reflexionemos sobre la felicidad,
puede ser,
quizá es
conveniente,
pero recordemos
que esta efemérides
no tiene relación
con un estado ideal de felicidad,
sino: cómo
construir un camino para ser felices,
para que en aquel encuentro personal
del que habla Neruda en su poesía,
encontremos que nuestra vida,
tiene matices de felicidad.
Es también
un día,
para identificar
a los enemigos de la felicidad.
Porque no puede haber felicidad,
si los niños
mueren por desnutrición,
por falta de servicios médicos.
No podemos ser felices,
si la educación
y la salud,
no son derechos de los seres humanos,
sino privilegio de unos pocos insensatos.
No podemos ser felices
si la seguridad social,
no brinda servicios y atenciones
humanas y de calidad.
No podemos jamás
ser felices,
si la economía
mundial
se activa con los negocios
del tráfico
de drogas,
del tráfico
de armas
y del tráfico
de personas.
No podemos ser felices,
si los derechos humanos,
son sólo
para unos,
son sólo
privilegio de pocos,
son sólo
una declaración sin
cumplimento.
Día de
la felicidad si,
pero como un día
para reflexionar,
qué nos
falta para ser felices,
y sobre todo,
cuánto ponemos
nosotros
para lograrlo.
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