La verdadera
civilización es aquella en la que
todo el mundo
da a todos los demás,
todos los
derechos que reclama para sí mismo.
Robert Green
Una sociedad
está condenada,
cuando el uso de la palabra,
se limita por ley,
y se convierte en privilegio,
o la dispone el Rey,
el dictador o el mandatario.
Cuando se dice lo que se debe
y lo que no se debe decir,
y cuando decir lo que se piensa,
a riesgo de estar equivocado,
se convierte en crimen de Estado.
Una sociedad
está condenada,
cuando debe escuchar
de boca de quien
nunca ha producido nada,
lo que se debe producir,
y cómo producirlo.
Lo que se debe vender,
y a quien venderlo.
El precio al que debes vender,
y las condiciones de pago
que debes establecer.
Una sociedad
está condenada,
cuando el dinero comunitario
cuando el dinero de los ciudadanos
está bajo el control de los funcionarios,
que deciden qué hacer con él,
a quien darlo,
a quien regalarlo,
a quien entregarlo,
si dar cuentas de nada.
Cuando ese dinero,
que es para ahora,
que es para el mañana,
se destina a un destino
aún desconocido.
Cuando ese dinero,
sirve solo para hoy,
y no para el futuro.
Cuando con ese dinero
se compran bienes de lujo
para funcionarios pasajeros
que cual nuevos millonarios
pasean su triste riqueza
como una vulgar conquista
ante la pasividad ciudadana.
Una sociedad
está condenada,
cuando la corrupción
se ha sentado en la primera fila
y decide quién hace qué,
cuándo y cómo lo hace.
Cuando la conciencia tiene precio,
cuando la honestidad
es un bien que se subasta
en el mercado de los desgraciados,
cuando valen más los bienes que tienes
cuando tus valores y tus convicciones,
valen menos que una limosna
entregada de mala gana
en una calle cualquiera,
de un país en la miseria.
Una sociedad
está condenada,
cuando el silencio ciudadano,
cuando la inacción del electorado
es un triste aliado
de un poder que crece
a la sombra de ese silencio
que le permite disponer
de todo lo que hay,
de todo lo que habrá.
Una sociedad
está condenada,
cuando es el poder de turno
el que decide escribir la historia
de los héroes de la patria
de los villanos y los desgraciados.
Un poder que crece
por la influencia del dinero,
de la ignorancia ciudadana,
de la campaña diaria,
del silencio cómplice,
de la toma por asalto
de un país sin nombre
que aprendió a vivir
sometido por el caudillo
porque no tiene otra manera
de vivir tranquilo,
o porque quizá,
no se atreve
a dar un paso solo
como sino confiara
en sus propios pies,
en su corazón sin
sombra,
en su esperanza
que parece muerta
pero que sobrevive sola
esperando el amanecer
de una sociedad nueva,
responsable y educadora.
¿Quién eres,
en esta sociedad condenada
al olvido del tiempo,
al abuso de poder sin control,
a la agonía de la esperanza fallida?
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