El problema es que el entorno político moderno ha comenzado a actuar con la irresponsabilidad propia del arte, reduciendo la vida a un concierto absolutamente ficticio; ha transformado la sociedad en un teatro y al pueblo en una masa de espectadores...
Yukio Mishima
Irresponsables aquellos,
que cobrando el dinero del pueblo,
ejecutan una obra pública sin calidad.
Irresponsables,
porque ese tiempo que tardan,
es tiempo que complica,
es tiempo que molesta,
a los ciudadanos que transitan,
por las calles y las avenidas.
Irresponsables,
porque la calidad de sus obras,
queda en tela de juicio,
pues al poco tiempo de finalizado el contrato,
fallas, cuarteaduras, roturas y demás,
aparecen como por arte de magia.
Irresponsables,
insensatos e inhumanos,
porque juegan con la esperanza,
con la ilusión del ciudadano,
que paga sus impuestos
y desea un servicio correcto.
Irresponsables,
aquellos que,
encargados de administrar
el dinero del pueblo,
lo entregan a sus amigos,
como un favor,
como un buen gesto.
Irresponsables,
aquellos que,
encargados de administrar
el dinero del pueblo,
no se preocupan de revisar,
la calidad del trabajo contratado,
el tiempo del trabajo al ser ejecutado,
el beneficio o el perjuicio
que queda para el común ciudadano.
Irresponsables,
aquellos que,
encargados de administrar
el dinero del pueblo,
no aceptan la crítica constructiva,
y asumen cualquier comentario,
o crítica a su trabajo,
como una retaliación política,
como una venganza,
como una envidia.
Irresponsables,
aquellos de la oposición,
que arguyen minoría,
como justificativo
de no poder hacer nada,
frente a la poca o nula administración.
Están ahí,
son la voz,
prometieron trabajar,
prometieron legislar,
prometieron fiscalizar.
Irresponsables también,
los que regalan su voto,
los que venden su apoyo,
por unas migajas de poder,
por unas horas de placer,
por un plato de lentejas.
Irresponsables ciudadanos,
que no miran el bienestar común,
sino solamente el personal,
y el de sus más allegados.
Irresponsables,
que buscan desesperados apoyos,
que gastan el dinero en campañas,
en mensajes y en promesas,
cuando lo que deberían es trabajar,
cumplir su palabra,
servir al pueblo que los eligió,
cuidar de los fondos públicos,
y entregar la vida
por la vida del prójimo.
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