jueves, 19 de enero de 2012

Con mi corazón en Yambo

El que, pudiendo, no evita el delito, lo consiente.
Séneca

Dos niños salen a la calle,
dos almas buenas dejan el hogar,
dos corazones puros,
caminan sin miedo,
sonríen y sueñan su futuro.
Jamás pensaron que morirían,
jamás pensaron que los torturarían,
jamás llegaron a pensar nada,
porque nada temían,
porque no hacían nada malo.

Y es que cuando la desgracia toca tu puerta,
cuando el dolor te envuelve y no te deja,
cuando el sufrimiento se queda a vivir en tu casa,
cuando te golpean donde más te duele,
cuando tus hijos son apresados,
torturados y asesinados,
parecería…
que el mundo se acaba,
que no tiene sentido,
que ya no hay por qué vivir.

Pero ahí no queda la cosa,
quienes matan a tus hijos,
quienes ocultan la verdad,
quienes destruyen las evidencias,
quienes mienten,
quienes confunden los hechos,
son miembros activos
de la institución que el Estado tiene
para defender los derechos
y proteger a sus ciudadanos,
quien mata a tus hijos
son miembros uniformados
de la policía nacional.
Quien miente y engaña y dice
que los niños están vivos,
que se fueron de casa,
que están resentidos,
que están enfermos,
que ya mismo regresan,
es también una policía nacional.

Pero eso no es todo,
a ese dolor,
se debe sumar
el silencio impune de los gobiernos,
de los ministros de turno,
de los altos cargos policiales,
las amenazas y los malos tratos,
contra los padres de los asesinados,
contra los ciudadanos que cada semana
se toman la Plaza Grande,
y gritan y denuncian,
un crimen de Estado.

Y cada día que pasa,
es uno más sin saber la verdad,
es uno más sin los restos de sus cuerpos,
es uno más, que se suman a cientos,
que se suman a la vida misma,
que se confunden con penas y con alegrías,
que se mezclan con los días,
de su propia vida.
Y solo queda Yambo,
una laguna sin habla,
como testimonio,
como esperanza,
como testigo,
de un hecho
que no puede quedar en el olvido.

Y gracias a esa lucha diaria,
a ese no desmayar nunca,
a esa frontalidad de la palabra,
a esa denuncia sin miedo,
a esa voz que no calla,
de los padres de los asesinados,
y de la familia
el Estado reconoce su falla,
y se enjuician y sentencias a unos cuantos.
La ley cambia para juzgar al uniformado,
cuando atenta contra el derecho humano.

Con mi corazón en Yambo,
y con la convicción,
de que la violencia
no se combate con violencia,
con la convicción de que la verdad,
tarde o temprano llega,
con la convicción de que no se debe callar,
frente al delito y la agresión.

Con mi corazón en Yambo,
es el testimonio de unos padres heroicos,
de aquellos niños...
de los Hermanos Restrepo,
que lo dejaron todo,
por sus hijos amados.

Con mi corazón en Yambo,
es la memoria histórica,
del “nunca más”,
del fin de la tortura,
del fin del estado de represión.

Con mi corazón en Yambo,
es la demostración
de que la noviolencia activa,
es el camino a la paz,
porque el ojo por ojo,
lo único que produce
es ceguera en los ciudadanos.

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