Nada es perfecto
nada es permanente
nada está completo
Wabi Sabi, filosofía budista Zen
Reglas que llegan
para quedarse
y que dicen
cómo debe ser
y cómo debemos ser,
para asociar eso que somos
a un ideal de realización
y a un ideal de felicidad.
Si somos de tal manera,
de tal forma.
Si actuamos como nos dicen,
si opinamos como esperan que lo hagamos.
Si hacemos
lo que esperan que hagamos,
entonces encajamos,
entonces nos validan
y, lo que es peor,
sentimos que nos validamos…
así eso que hagamos
no nos llene,
no nos de vida,
y no ayude a realizarnos.
Podríamos pasar
-la vida entera-
tratando de encajar
en moldes irreales,
en esquemas y modelos
supuestamente perfectos,
recriminándonos por ser
como somos,
perdiéndonos el gusto
de ver en la imperfección
una forma de perfección,
propia y única.
Porque la vida pasa,
y con ella
pasamos nosotros,
transformándonos
llenos de huellas,
cicatrices e historias.
Aprender a comprendernos,
amar las imperfecciones
que nos definen.
Convivir,
a pesar de los estereotipos
y entender
que esa vida vivida
nos tiene que importar a nosotros,
nos tiene que gustar,
nos tiene que importar.
La perfección de la imperfección
es una suerte de estética humana,
que se mira en clave propia,
y por ello su belleza.
Abrazamos la imperfección,
y en ese abrazo
la transformamos
y la hacemos tan nuestra
que deja de doler.
Sin que ello signifique
dejar de pulir,
dejar de desbastar
un ser humano
que se necesita trabajar
para mantenerse vivo,
imperfecto, transitorio
e incompleto,
pero también,
con la capacidad
de amar
y de sentir felicidad.
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