Ante todo, es necesario cuidar del alma
si se quiere que la cabeza y el resto del cuerpo funcionen correctamente
Platón
La velocidad
con la que transcurre la vida,
afecta la forma en la que la vivimos.
La inmediatez nos conduce,
a respuestas rápidas,
a soluciones inmediatas.
No siempre adecuadas,
y pocas veces: humanas.
Una suerte de silencio
nos rodea,
desde dentro hacia afuera.
Parecería que las opciones,
son cada vez menores,
buenos o malos,
blancos o negros,
ganadores o perdedores,
conservadores o progresistas,
débiles o fuertes,
ricos o pobres,
desarrollados o subdesarrollados.
Tomar partido,
para sobrevivir,
incluso a costa
de nuestra muerte espiritual.
Detenerse a pensar,
dudar, investigar,
preguntar,
aprender de forma diferente,
equivocarse y fallar,
con buena fe,
no está bien.
O estás con ellos o los otros,
o, estás en contra de ellos o los otros.
Y, en medio de ello,
olvidamos cuidar
lo íntimo, lo interno:
nuestro corazón,
nuestro espíritu,
nuestra alma.
El presente
y el futuro
nos necesitan sanos de espíritu.
Necesitamos aprender
a cuidarnos y a cuidar,
esa esencia,
esa impronta personal,
eso que somos,
delante de tan pocos,
o quizá delante de nadie,
pero que somos
y necesitamos que sea
con fuerza y vida.
Nuestro autocuidado espiritual,
es una labor propia, personal,
pero no sola,
necesitamos apoyo,
ayuda, comprensión, atención,
tiempo, oídos, escucha
y voces que nos inviten
al vital cuidado
de nuestro ser, de nuestro espíritu.
Que lo artificial,
en todas sus formas
y expresiones,
no nos extrañe
de lo humano y natural,
en todas sus formas y expresiones.
Que auto cuidarnos y cuidar,
sea, nuestro alimento espiritual
y sean lo natural, no lo especial.
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