Todos nosotros, que
vivimos en países cultos densamente poblados y hasta en grandes
ciudades, ya ni sabemos qué tan carentes estamos de un
general, afable y cálido amor al prójimo.
Hay que haber llegado como huésped no invitado a una casa,
en un país escasamente poblado, dónde
varios kilómetros de malas calles separan a los vecinos entre sí,
para poder evaluar qué tan hospitalario y
amablemente sociable es el ser humano cuando su capacidad para el contacto
social no está constantemente sobre exigida.
Konrad Lorenz
Próximos
a elegir,
a los administradores temporales,
de nuestras ciudades,
pequeñas
o grandes,
es importante reflexionar,
sobre la ciudad que decimos amar,
sobre la ciudad que nos acoge
y se convierte en nuestro hogar.
Todos los días,
sin caer en cuenta, quizá,
pensamos en la ciudad que queremos:
limpia, ordenada, arreglada,
tranquila, segura,
cuidada y amigable.
Una ciudad con servicios adecuados
y, ¿por
qué no óptimos?
de transporte público,
gestión
de desechos,
agua potable, educación,
luz eléctrica,
espacios públicos,
y áreas
de recreación.
Una ciudad que acoja a comerciantes,
los organice y regule su actividad,
donde la cultura tenga espacios,
donde los mercados,
sean ejemplos de dignidad,
para el que vende y también
para el que quiere comprar.
Una ciudad que se organiza,
no para limpiarse todos los días,
que no está mal,
sino que su organización
responde,
al permanente deseo,
de evitar ensuciarla y dañarla.
Las ciudades que queremos,
cuando de verdad las queremos,
deberían
ser como nuestra casa,
como el espacio del hogar,
como ese espacio familiar.
Un espacio,
que con el paso del tiempo,
con el paso de los días,
aprendemos a amar y cuidar.
Ese es el deseo,
esa es la intención,
al menos eso creo.
Porque hablar
sobre las ciudades que queremos,
es hablar de la responsabilidad,
de saber elegir
a las personas y equipos,
que tendrán
la responsabilidad,
de saber administrar,
esa ciudad que queremos,
no importa si es pequeña
o grande,
la responsabilidad es igual.
¿Con cuánta responsabilidad
elegimos a los administradores de la ciudad?
¿Sabemos
de donde vienen,
sabemos a donde van?
¿Sabemos
sí tiene experiencia
en administrar la ciudad,
si se han preparado para ello,
y si saben pensar y actuar,
en consecuencia con sus pensamientos,
y su manera de pensar?
Las ciudades que queremos,
necesitan administradores,
y que de verdad sean buenos,
pero antes que eso,
y por sobre todo,
necesita de ciudadanos buenos,
comprometidos con la ciudad,
con sus personas y proyectos,
pero no ciudadanos de palabra,
sino ciudadanos de acción,
que dejan de lado el hablar,
y se ponen a trabajar.
Las ciudades que queremos,
no se construyen solas,
no las construyen otros,
las hacemos todos,
en un colectivo esfuerzo
de trabajo compartido.
¿Cuánto haces,
por la ciudad que quieres,
o dices querer?
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