El
hombre cauto jamás deplora el mal presente;
emplea
el presente en prevenir las aflicciones futuras.
William
Shakespeare
Cuánta prudencia hace falta,
hoy en nuestros días,
en nuestras autoridades,
en nuestros mandatarios,
en los propios electores,
en los ciudadanos.
Es como si de pronto,
ser prudentes sería malo,
una señal, una muestra de debilidad.
El político,
el hombre público,
ha dejado de ser prudente,
tanto en el actuar,
como en el hablar.
Cuida poco las formas,
cuida poco los modales,
importa una actitud impositiva,
una actitud temeraria.
Habla de libertad,
pero olvida qué es,
y por tanto la limita
o la extermina.
Decide que la libertad no es necesaria,
que es un sinsentido de la vida,
el político en el poder
decide poco a poco con el tiempo,
sin prudencia de ninguna clase,
lo que las personas deben hacer,
decir, actuar, callar… pensar.
Decide qué relaciones,
con quien debe llevarse el país
y con quién no,
no importa lo que piensen los electores.
Decide cómo tratar a los ciudadanos,
a los opositores y también a quien le sirve.
Sin la prudencia,
la clase en el poder,
puede llegar a tener
ideales adecuados,
pero es incapaz de vivir
de acuerdo a ellos
y por tanto,
los privilegios que ellos combatían
cuanto pedían el voto
son mayores,
son ilimitados,
son silenciosos,
son con el dinero de todos.
Sin prudencia,
olvidamos los argumentos,
para reflexionar y opinar,
para estudiar y hablar,
para razonar y actuar,
porque hemos olvidado,
que somos seres humanos,
con derechos y deberes.
Porque olvidamos también,
que no podemos seguir
el mal ejemplo del imprudente
y remedarlo a él
en sus faltas de prudencia,
es su equivocada manera de ser.
La falta de prudencia,
se produce por sobredosis de soberbia,
porque se creen
que nadie los puede juzgar,
criticar o cuestionar.
La falta de prudencia
en la vida política,
es resultado además,
del detrimento y descrédito
de aquello que algunos llaman valores
y no son otra cosa
que lo que necesitamos
para que nuestro espíritu viva,
para tener esperanza,
para trabajar por el prójimo,
para soñar en un mañana,
para olvidar las diferencias de clases,
y convivir en la diversidad.
La ausencia de prudencia,
provocará con el tiempo
que las bases
sobre las que se asienta el poder
se carcoman y hundan
porque no habrá nada
que pueda detener
lo que la prudencia
pudo proteger.
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