La democracia no se aprende en el Parlamento, sino en casa. Ser demócrata no es una actitud política, es una actitud ante la vida.
Montserrat Roig
Nos trae la biblia,
escritos, evangelios,
salmos, pasajes,
palabras y parábolas.
Todas pertinentes,
todas con mensajes,
con reflexiones
de la vida y las personas.
Una parábola,
que sirve para este momento,
es aquella que habla de los talentos,
de aquel Señor que deja a sus siervos,
antes de iniciar un viaje,
parte de sus bienes terrenales,
a uno de deja cinco partes o talentos,
a otro dos y al tercero uno.
Al regreso del viaje,
se reúne con sus siervos,
y pide cuentas del encargo,
el primero le dice:
cinco me dejaste,
cinco mas te entrego,
porque trabajé para ello.
El segundo comenta,
que dos talentos le encargaron,
y que dos mas entrega,
producto del arduo trabajo.
El tercero, por el contrario,
devuelve el único talento entregado,
que por miedo a perderlo,
lo enterró para cuidarlo,
desatando la ira de su señor,
que dispuso el despojo
de lo poco que tenía.
Así debería ser,
la actitud del ciudadano,
como aquel señor que premia
a quien trabaja para él,
a aquel político,
que al recibir el voto,
similar a los talentos,
que al recibir la confianza,
sin medir esfuerzo,
se pone a trabajar,
para devolver el doble,
el triple o mucho más,
porque la confianza,
se devuelve con esfuerzo,
con trabajo y con decencia.
Cuántos talentos,
cuánta confianza,
cuánta esperanza,
entrega el ciudadano,
cuando deposita su voto,
a favor de un político.
Es necesario entonces,
como aquel señor de la parábola de los talentos,
que se pidan cuentas,
que se exijan cuentas,
a aquellos que como los siervos,
están al servicio público,
al servicio de los ciudadanos,
porque voluntariamente,
buscaron ese camino,
porque libremente,
suscribieron un compromiso de servicio,
se auto declararon competentes,
para el servicio público.
No podemos aceptar,
por respuesta,
un “no hay como”,
un “por prudencia o por temor
no hacemos nada”.
No podemos tolerar,
los silencios y las sumisiones.
Y si así actúan,
y si sus cuentas no son claras,
temerosas, ambiguas,
silenciosas, mediocres,
o simplemente nulas,
habrá que despojarlos
del más mínimo ápice
de confianza y votos.
Habrá que castigar,
a ese mal funcionario
por el hecho de traicionar
su propia palabra
y la confianza del electorado.
En la medida que exijamos,
en la medida que castiguemos,
en la medida que premiemos,
a los malos y a los buenos funcionarios,
en esa medida,
esos talentos depositados,
darán sus frutos,
que no son mas que el bienestar
y la felicidad de los ciudadanos.
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