La naturaleza de los hombres soberbios y viles
es mostrarse insolentes en la prosperidad
y abyectos y humildes en la adversidad
Maquiavelo
Cuando le encargas a una persona,
la responsabilidad de llevar
de planificar, de ordenar, de dirigir,
las relaciones de tu país,
supones que aquella persona tendrá
la virtud de la prudencia,
la habilidad de la pertinencia,
el valor de la mesura,
el poder de la palabra,
la fortaleza de la verdad,
la transparencia del actuar.
Porque confías en que aquella persona
pueda de inmediato conectar,
al país que representa, en su conjunto total,
con lo que hoy llamamos: aldea global.
Porque asumes que aquella persona
de inmediato tratará
de pensar en el beneficio nacional,
en que las relaciones con otras naciones
tienen que beneficiar
al comerciante nacional,
al empresario, al académico,
al estudiante, al turista,
al inversor y al artista.
Es quizá, una función de emisario,
un personaje clave,
que debería cuidar el bien común,
la imagen del país,
el equilibrio de la relación,
la promoción del Estado y su nación.
Aquel que abre puertas,
que es responsable de la cooperación,
que busca buenas nuevas,
para todas las iniciativas de promoción.
Algunos llaman a esta persona Ministro,
otros le dice: Canciller,
en nuestro caso, un personaje siniestro,
rodeado de un círculo de poder,
que hace y dice cualquier cosa,
menos… lo que se debe hacer.
El Canciller del poder,
habla lo que le da la gana,
disfrutando de su temporal fama.
Y aunque nadie lo eligió,
llegó como en “Puerta a la Fama”,
con frase de cliché,
con poses de Marqués,
con hambre de poder,
con ansias de crecer,
con miras de tener,
las riendas de lo que mas ama:
lo que le da la gana.
Es una sensación amarga,
la que acompaña mi palabra,
cuando miro al Canciller del poder,
representándonos por doquier,
equivocando el rumbo y el proceder,
alejándonos de nuestros pares,
abrazando dictadores,
disponiendo y ordenando lo que no debe ser.
¡Qué insensato es aquel
en quien reina la ignorancia!.
Piensa el Canciller del poder,
que su fama no acaba ni cesa,
que su ignorancia dura toda la vida,
que su mal para siempre nos castiga.
Olvida quizá,
que la historia,
es una juez con memoria,
que aunque tarda el llegar
sabe que debe juzgar
a aquellos que no supieron representar
con verdadera dignidad
a un pueblo que confió en ellos.
Que solo buscaron un beneficio personal,
que solo hicieron lo que les dio la gana,
que buscaron en todo momento,
convertirse en los falsos héroes
que en vida dijeron adorar,
pero que más que adoración
era envidia… y ansias desbocadas
de concentrar más poder.
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