"Cuando más pequeño es el corazón, más odio alberga”
Víctor Hugo
Que no te pase lo que a otros,
que ni la mesa pueden compartir,
por culpa de uno
que los hizo dividir.
Que el odio no gane fuerza en ti,
de una forma tal
que cuando quieras dar marcha atrás
no sabrás por dónde ir.
Que la semilla del odio
jamás germine en tu corazón,
¡no la riegues nunca!,
¡jamás la protejas!.
Y es que en el mundo actual,
las raíces del odio
crecen con facilidad,
y sin darte cuenta llegas a odiar,
llegas incluso a pensar
en que el contrario es un enemigo,
en que el que piensa distinto
merece el desprecio y el olvido.
Ya te lo digo,
y sobre todo lo he sentido
en lugares, en países,
donde sus gobiernos dicen
ser los verdaderos amigos
de la libertad, del progreso,
de la esperanza, del nuevo estado,
de la reivindicación… de la tolerancia.
Es ahí donde las raíces del odio
han tomado la mayor fuerza,
donde poco a poco,
de una forma perversa,
a través de mediáticas campañas,
de mensaje subliminales
de discursos y retóricas siniestras,
se desdibuja el estado de las cosas,
de manipula, se tergiversa,
la realidad de las cosas,
la capacidad de las personas
para pensar y meditar,
para decidir, para analizar.
Es momento y terreno ideal,
para sembrar el odio
a manos llenas.
Y miras como se odia el pasado,
como se aprende a odiar al contrario,
como se odia al que está al otro lado,
como el odio da paso al la intolerancia,
como, de a poco, perdemos la capacidad
de meditar con tranquilidad
de pesar las palabras,
de tratar de entender qué pasa.
De a poco,
el odio se toma la sociedad,
y entonces es momento ideal
para gobernar con tranquilidad,
a quienes el odio sembraron con facilidad.
De a poco el odio se convierte
en la lógica de las cosas,
en la respuesta a nuestra mala suerte,
en la forma idónea de gobernar.
Sembrado el odio,
la intolerancia hace presencia,
y no lo hace sola,
llega acompañada de la violencia,
en sus formas tradicionales:
física, espiritual y estructural,
al maltrato, se unen de a poco,
el acoso y el ajuste de las leyes
y las instituciones del Estado
para que el odio gobierne a su antojo.
Dirás que exagero,
o dirás que miento,
y aunque respeto lo que dices,
o defiendo lo que piensas,
creo mi deber sincero,
advertirte del odio
y de sus terribles efectos.
Frente al odio: amor,
amor a tu trabajo,
amor a tus ideas,
a tus buenas maneras,
a tus sentimientos y creencias.
Frente al odio: tolerancia,
tolerancia hacia las ideas,
hacia las propuestas vacías,
hacia las palabras huecas.
Frente al odio: noviolencia,
una noviolencia activa,
que protesta, que educa, que enseña,
que construir la paz,
no es una tarea de “pacifistas”,
es una tarea de mujeres y hombres,
que han aprendido primero a ser verdad
y luego que sea verdad
el mundo en que vivimos.
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