Un país que olvida,
es un país que de a poco mata
la capacidad de hablar
lo que de veras importa.
¿Cuántas veces nos quejamos
de quienes elegimos para gobernarnos?.
¿Cuántas veces leímos
y nos enteramos
de que eran mentira
las promesas divinas
que en campaña se ofrecían?.
Pero olvidamos pronto,
y nos anima nuevamente
así como a mucha gente
la imagen del político nuevo
que ofrece acabar el mal
y perpetuar el bien.
Vuelve a empezar
el destino final
de una ilusión que muere
y que el político anhela
que la gente lo pueda olvidar.
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