Soplan vientos,
vientos de elecciones,
que trasnochan los deseos
de quienes creen
poder ofrecer
un mañana mejor,
al menos eso dicen,
al menos eso ofrecen.
La ciudad sitiada,
por fotografías,
por promesas de campaña,
por gigantografías,
que muestran ofertas,
imágenes risueñas,
revolucionarias dicen,
y tantas otras cosas,
que mezcladas
con promesas,
discursos prefabricados,
acusaciones varias,
amenazas del vecindario,
actos de contrición,
análisis de rincón,
dan como resultado:
la ciudad sitiada
y su entorno confundido.
Tanto por hacer,
en la ciudad,
en la provincia,
y solo tienes,
en muchos casos,
en muchas cosas,
obras de papel,
constructores de alquiler,
cuyo maquillaje
solo es a flor de piel.
No se vanaglorien
de lo que dicen hacer,
avergüéncense
de la promesa sin cumplir,
del sueño si realizar,
de la vanidad que les llegó
al saborear la dulce miel
de aquello que llaman poder.
La ciudad sitiada,
la provincia no sé,
se puede decir ¿abandonada?,
no por obras,
o quizá sí,
pero abandonada
de la verdad,
del buen hacer,
del amor al servicio,
del hacer el bien
sin mirar a quien,
de un ejercicio
del público servicio
no como antesala
de tu propio beneficio.
La ciudad sitiada
y su entorno confundido,
por la mediocridad política
por los valores perdidos,
y… mientras
los políticos,
en tanta confusión,
pescan a manos llenas.
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