(a nuestra clase política)
Han dicho que he dicho un dicho,
si lo que yo he dicho,
no lo hago, porque estoy ocupado,
en defender lo bien que lo hago,
o al menos que digo hacerlo,
así no lo haga,
así prometa y prometa,
me defiendo diciendo,
lo malos que son mis enemigos,
lo perversos que son mis detractores,
lo bueno que soy,
lo necesario que resulto,
lo importante que resulta,
que me reelijan muy pronto.
Si al final de cuentas,
lo que de verdad importa,
no son las obras,
no son las personas,
lo que importa es,
mantener el poder,
y para ello hemos de poner
el tiempo necesario,
el presupuesto ilimitado,
el reclutamiento certero
de almas vacías,
del corazones huecos,
que serán el ejército
que conquiste las mentes,
los estómagos e ilusiones
del electorado de siempre,
de aquel que pronto olvida,
de aquel necesitado,
que se cree nuestras promesas,
que nos rinde los honores.
Volverán entonces la risas,
las fotos alegres,
las reuniones y proclamas,
los discursos y las palmas,
las acusaciones y las tramas,
los gritos y las declaraciones…
financiadas todas,
con los fondos “del aire”,
nadie sabrá de dónde,
nadie sabrá el cuándo,
la plata que paga la fiesta,
llegó sin saberlo a nuestras arcas.
Es tiempo además,
de inaugurar más obras,
así no sirvan de nada,
letreros gigantes que lleven,
mi nombre de persona grata,
para que me agradezcan,
para que me proclamen,
como el mecenas de la comarca,
pues nadie se acuerda,
que mi obligación ciudadana,
es trabajar en silencio,
sin pompa ni aspaviento,
ya que si alguien un favor hizo
fue el elector sincero,
que me creyó el cuento
del cambio y el crecimiento.
Han dicho que he dicho un dicho,
y quizá tengan razón,
lo dije porque quería,
porque esa es mi ilusión,
la del poder permanente,
la de la política sin razón,
y si debo decirlo de nuevo,
lo diré siempre que el caso amerite,
y no se crean,
lo que de mi digan,
son mentiras, son engaños,
de quienes me odian,
de quienes me quieren hacer daño.
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