jueves, 7 de febrero de 2008
Reflexión interior (Cartas a Santiago, mi hijo)
Siempre es bueno hijo mío,
reflexionar en silencio,
hablar con uno mismo,
decirnos lo que pensamos.
Cuestionarnos con prudencia,
para no caer en la desesperanza.
Alabarnos con mesura,
para no engañar a la cordura.
Preguntarnos ¿quiénes somos?,
¿de dónde venimos?,
¿a dónde vamos?.
Es una reflexión breve,
pero constante,
sincera,
pero alegre,
profunda,
pero delicada,
que busca en nuestro interior,
lo más puro,
lo más noble,
lo que el dinero no cubre,
lo que la apariencia no oculta.
Una reflexión interior,
que purifica aquella luz,
que en algún momento recibimos,
y que tiende a bajar su llama,
agitada por la desesperanza,
pero que debemos mantener encendida,
por nosotros,
por la gente amada.
Una reflexión interior,
que te permite soñar despierto,
con el corazón en los cielos,
con los pies en los suelos,
y hacer realidad el sueño,
de aquel filósofo del Renacimiento,
que predicaba y decía:
“tú no estás configurado dentro de ningún límite:
te los creas tú mismo, según te plazca,
bajo la dirección de lo que he creado en ti.
Te he puesto en el Mundo, para que puedas,
fácilmente,
contemplar a tu alrededor todo lo que ha sido creado.
Para que tú, como propio modelador y hacedor,
puedas configurarte como quieras”.
Una reflexión interior,
que te permita ver
que lo bueno de las derrotas
es que son pasajeras,
y que lo malo de las victorias,
es que también son pasajeras,
por ello, no caigas,
jamás en la trampa,
de dormite un segundo,
en los floridos laureles,
pues más temprano que tarde,
aquello estará marchito,
como lo estarán tus sueños,
si a esa sombra has pedido cobijo.
O por el contrario,
golpearte siempre el pecho,
gritando al mundo,
que un perdedor has nacido,
cuando apenas has hecho,
muy poco de lo que hubieres querido.
Una reflexión interior, hijo mío,
que imponga tolerancia,
a tu mente y alma.
Que no te convenzan
con “palabras bonitas”,
con “treinta monedas”,
con promesas eternas,
que digas y seas,
siempre repito,
verdad con orgullo,
aunque debas admitirlo,
no siempre es posible,
pero todo es perfectible,
por tanto nadie,
podrá decir al viento,
que lo sabe todo,
que no tiene manchas,
que no debe cambiar nada,
y si alguien lo dice,
es probable que
deba limpiar primero su alma.
Una reflexión interior,
que te permita tomar aire,
para seguir el camino,
jamás parar,
bajar la marcha,
pero seguir siempre
la senda de tu destino.
Una reflexión interior,
que a momentos compartida,
hace que nuestra vida,
mas llevadera sea,
que aquellas penas vividas,
en lecciones se conviertan,
y nos permitan salidas,
a problemas que de a poco aquejan.
En fin hijo mío…
a veces creo que hablo de más,
pero me gusta a ti decírtelo,
pues cuando lo digo,
me escucho y bendigo,
el poder hacerlo,
el tener una reflexión interior,
que compartida contigo,
me sirve cual senda,
para volver al camino.
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