Era a la vez,
cárcel y libertad
Un cambio llega,
predecible o no,
pero llega.
Con el cambio el reto,
de aprovechar el cambio,
o dejarse llevar
por la inercia de la tristeza
Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad.
Albert Einstein
Siendo alumno,
una profesora nos preguntó
al iniciar la clase,
sobre temas generales:
nombres, edad y gustos;
añadió a la pregunta
otra que nos invitaba a reflexionar
sobre un poder
o un súper poder
que tuviésemos.
Las respuestas
fueron variadas
e iban desde el arte culinario,
la pintura, la música,
la escritura, el deporte,
la meditación, la oración,
la escucha, la atención,
la acción para ayudar.
Éramos todos,
en aquel momento
un grupo de poderosos
o súper poderosos.
Descubriendo en los otros
poderes hermosos,
fantásticos y necesarios
con los que se podría,
cambiar el curso de la historia.
No había reparado,
en lo trascendental
de la pregunta de la profesora:
¿cuál es tu poder?,
¿has logrado descubrirlo?,
Si no los has hecho
¿qué esperas para hacerlo?
Si sabes cuál es
¿lo usas? Y si lo usas
¿es para construir?
o… ¿para destruir?
Poder o súper poder
como la atención,
la tolerancia, la escucha activa,
la compañía, la solidaridad,
la voluntad.
Poder o súper poder
para construir, animar,
motivar, educar,
inspirar y proyectar.
Es imperativo,
incidir con poderes positivos,
cargados de humanidad,
frente a aquellos
que están causando
temor, miedo, odio,
venganza, destrucción.
Frente a quienes
usan el poder
con protervos intereses,
fines personales e inhumanos.
Si fuésemos conscientes
de que nuestro poder,
nuestros poderes buenos,
son tal,
cambiaríamos, seguramente,
la vida de una, varias,
cientos o miles de personas.
Una historia,
tiene un hoy,
que fue un ayer
y que tendrá un después.
Tu historia,
tu propia historia,
tiene momentos
tan especiales y únicos.
Miedos superados,
anhelos olvidados,
alientos y ánimos...
especiales y únicos
Amar es también:
distancia, espacio,
tiempo propio,
tiempo individual.
Amar es también:
respeto al pensamiento
diferente y ajeno
Si piensas,
si reflexionas,
si cuestionas,
hay una posibilidad
de ser libre..
y de sentir libertad
Que el camino te lleve por nuevos senderos,
nuevas rutas, nuevos aprendizajes.
Que el camino nos permita reencuentros,
abrazos y diálogos.
Que el camino te llene,
te sepa bien, a pesar de las piedras
y de los tiempos no tan buenos,
que solemos encontrar,
en nuestros caminos
Que el aliento vital te vuelva tierno y fresco como tierno
y fresco es un niño recién nacido
Lao Tsé
Este tiempo
necesita de regalos.
Pero no
de aquellos que imaginas,
(supongo que imaginas
cosas materiales),
que no está mal
imaginar o desear,
pero no hablo de eso,
quiero hablar de regalos
que nos ayudan a caminar
los diversos trechos
y caminos que transitamos
de forma íntima y personal
y que llamamos vida.
Y quisiera hablar
de un regalo en particular:
el aliento.
¿A qué me refiero?
A ese regalo que nos hace alguien,
cuando nos alienta,
cuando cree en nosotros,
cuando confía en nosotros,
cuando ve en nosotros
cosas que nosotros no vemos,
cuando nos ayuda
a cruzar umbrales
que de otro modo
no hubiéramos cruzado,
pensando
y pensándonos
incapaces de hacerlo.
Si alguien nos regala aliento,
nos regala un espiritual tesoro
que nos alimenta el alma
y aquel valor tan necesario
para hacer frente a las complejidades
y que es el amor propio.
Y, si puedes,
si te es posible,
descubrirás
que regalar aliento,
que alentar a las personas
que tienes cerca,
con las que relacionas,
o no,
será un regalo tan hermoso
que también es para ti.
Construir
una cultura de paz
es restaurar
los ingredientes necesarios
para convivir
en medio de la diversidad.
Regalar aliento,
es un ingrediente fundamental.
Frente al denigrar,
murmurar y maltratar,
el alentar devuelve
la esperanza en la humanidad.
Tratando de regresar siempre,
a este tiempo,
a pesar de los pesares.
A veces me voy,
disculpas por ello
Los hijos de la oscuridad,
tenían garantizada
la atención y la tarima.
Un temeroso público,
intentaba tomar partido,
mientras oía los quejidos,
el llanto y los alaridos,
de adultos y niños
que morían en el olvido.
En pocas horas el país se dividió en dos bandos irreconciliables
y la división comenzó a extenderse entre todas las familias
"La casa de los espíritus"
Isabel Allende
¿Necesitamos vivir como vivimos?
¿Por qué enfrentamos
todo aquel modo de vida
distinto al nuestro?
¿De dónde provienen el odio,
el prejuicio, el juicio?
¿Acaso estamos
tan hipnotizados
por los medios y por la opinión general
que hemos perdido para siempre
la capacidad de cambiar?
Aceptamos lo habitual
como cosa natural.
En tiempos de desorden
y de caos,
de confusión organizada,
y de humanidad sin humanismo,
lo anormal es normal
negando la posibilidad
de que las cosas pueden cambiar,
(y nosotros incluidos en el cambio).
El guion se escribe hoy
en fórmula de “ganar perder”,
en un formato irreconciliable
de buenos y malos,
de héroes y villanos.
No solamente
es pensar diferente,
es odiar y atacar
a quien piensa distinto.
No hay tiempo,
espacio y oportunidad
para pensar, para reflexionar,
para buscar consensos,
para deponer actitudes,
para encontrar
intereses comunes.
Un territorio,
que es de todos,
se lee en clave de
víctimas y victimarios.
Los estrategas de la violencia,
de la maldad,
la desinformación
y la mentira,
cosechan hoy
los frutos de las semillas
que han sembrado
por días, meses y años.
Estamos por olvidar,
que la unión hace la fuerza.
Que el bien común,
es el bien de todos.
Que, en la diversidad,
descansa la creatividad.
Que uno más uno,
no es dos,
sino un país unido.
Que juntos,
nos salvamos
y reconstruimos esto
que llamamos Patria.
O que,
divididos e irreconciliables,
cavaremos (sin darnos cuenta),
no solamente nuestra tumba,
sino la tumba de los que amamos.
Los días
en los que las derrotas se juntan
y la amargura florece,
requieren de silencio,
medicación y pausa.
Pausa, pausar,
como respirar,
como detener la marcha,
por el tiempo necesario.
Pausa, pausar,
para pensar,
para procesar,
para tratar de entender,
para curar,
para sanar,
para preparar,
qué decir,
de qué hablar.
Prudencia y humildad,
dos valores que evitan:
hablar por hablar,
y vanagloriarse sin razón
ni necesidad
Al tiempo que disfrutas dar
ese paso que necesitabas,
-y que deseabas dar-
y entiendes que es posible,
-que tú lo puedes-
es necesario que el segundo paso,
y los siguientes, no se detengan
Cuida bien este tesoro dentro de ti mismo: la bondad. Saber cómo dar sin dudarlo, cómo perder sin arrepentimiento, cómo ganar sin mezquindad
George Sand
En tiempos de manipulación,
ignorancia y desinformación,
poco (o casi nada)
de lo verdaderamente importante
es visible a nuestros ojos,
a nuestro análisis
a nuestra apreciación,
incluso a nuestro gozo.
Las circunstancias llevan
a personas y a sociedades,
a adoptar un formato de islas.
Lejanos,
desconfiados,
delirantes,
necesitados
y quizá frustrados,
caminan y viven
porque ese mundo está dañado
y nadie lo puede componer.
Mientras a su alrededor
las voces de quienes dicen
representar al poder
repiten, una y otra vez,
que la culpa es del otro,
que solo hay una clase de gente
que puede salvar a la gente
de lo que le hizo la otra gente,
a quienes, por supuesto,
hay que odiar,
culpar y aborrecer
sin medida alguna.
Pisoteada así,
la bondad y otros placeres
de la condición humana,
pierden sentido la empatía,
la compasión,
la paciencia,
la generosidad,
la tolerancia,
y la gratitud.
Esa vida así,
lejana al respeto,
a la consideración
y a la benevolencia
es la réplica de un ejemplo
que se valida con el tiempo,
donde se mal entiende a la bondad
como sinónimo de debilidad.
Y digo más,
se llega a pensar
que una sociedad bondadosa
o que las personas bondadosas,
son blandas o permisivas,
y carentes de libertad.
Ay, si supiéramos,
(entendiéramos y practicáramos)
como dijo Sábato,
que, en la bondad
se encierran todos los géneros de sabiduría,
no estaríamos buscando
en discursos vacíos
cargados de mala fe
y en liderazgos malvados
e inhumanos,
las claves para construir
y reconstruir
un futuro y un presente
tan digno
como dignos son
todos aquellos que pueblan el mundo,
más allá de sus condiciones,
fortalezas y debilidades.
Que ese íntimo diálogo
entre tu corazón,
tu mente y tu razón,
te permita tomar
las decisiones que necesitas,
las acciones que sean necesarias
y la comprensión adecuada
para perdonarte
cada vez que intentas juzgarte,
en este oficio de vivir,
de despertar a la vida
y de buscar lo que quieres ser
y no, lo que los otros dicen
que debes ser.
Sal a la búsqueda
de aquellos placeres
perdidos y prohibidos:
la bondad, por ejemplo.
Lee sobre ella,
y cómo puedes descubrirla
y, sobre todo,
practicarla.
Cultiva tolerancia,
que es la virtud
de hacer pasar
por el filtro del reposo
y la prudencia,
lo que ves, lees, escuchas
y piensas.