“Cada cuatro años, en tiempo de elecciones,
todos somos iguales, todos somos importantes.
En tiempo de elecciones,
con un lápiz y un papel,
dibujamos el país que hemos de tener”
Tiempo de elecciones,
tiempo de búsqueda de votos,
tiempo en el que el poder
mira sonriente
el gran apoyo de la gente,
no importa si es gente pensante,
lo que importa, de verdad,
es que sea gente votante.
Tiempo de elecciones,
donde el fin justifica los medios,
donde parece ser
que todo está permitido
para derrotar al enemigo.
Tiempo de elecciones,
en el que siempre gana
el poder, que no está en el gobierno,
solamente,
está por todos lados,
a la vista y escondido,
de los ojos de la gente,
y pierde siempre el elector,
que cuando pasa el tiempo de elecciones
deja de ser importe,
porque ya entregó el poder
al que gobierna y al que cogobierna con él.
Tiempo de elecciones,
donde el costo de voto
poco o nada importa,
lo que importa es que el elector
tome el lápiz
y entregue el voto
lo demás poco importa
una vez que el voto llega
una vez que el voto se entrega
la tarea está hecha
el trabajo se ha cumplido,
y el poder desde todos lados,
pasa a la fase de reinar
a todos los desgraciados.
El costo del voto
y el proceso electoral
desencadenan la ambición sin límites,
las luchas del poder
las traiciones, las ambiciones sin medida,
el tratar de estar
a nivel de las más bajas pasiones
por querer llegar a ser
tomado en cuenta por el poder
primero como candidato
y luego como servidor
en el más y profundo sentido
de esta palabra.
El costo del voto,
lo paga el electorado,
el que ha perdido y el que ha ganado,
porque al final
no se discuten ideas,
modelos, propuestas,
anhelos comunes y colectivos.
En tiempo de elecciones,
solamente se escuchan
denuncias, amenazas y acusaciones.
Abundan los desmentidos,
también alianzas de la noche a la mañana,
las peleas de compadres,
los dimes y los diretes,
y en medio de todo,
en esa pelea de elefantes,
el elector cual hormiga
camina sin darse cuenta
de que tarde o temprano
morirá aplastado
por el peso de un poder
que no mira el futuro colectivo
sino solamente el de su bolsillo.
El costo de voto,
no es solamente en dinero,
es un costo que implica
la vida misma,
un futuro que es incierto,
un presente que es ambiguo,
de una sociedad dividida,
que camina en gran parte
con los ojos cerrados (o tapados),
y los que por fin lograron abrirlos,
aún no encuentran la manera
de hacer oír su voz
en medio del griterío que hay
por el costo del voto.
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