Sólo dos
legados duraderos podemos dejar a nuestros hijos:
uno, raíces; otro, alas.
Cada día,
durante el año,
nos quejamos y preocupamos
por el poco tiempo
que tenemos
para compartir con la familia.
El tiempo en casa
a veces se resume,
en momentos cortos de diálogo
y de un compartir las cosas del día.
Casi no hay tiempo
para jugar,
para charlar de la vida,
para compartir una alegría,
para enjugar una lágrima,
para hablar del futuro,
para hablar de la esperanza.
Los tiempos de familia,
los tiempos en familia,
son escasos,
son valiosos,
son fundamentales.
Las vacaciones,
el tiempo de vacación,
es un tiempo en familia,
donde se pueden fortalecer,
donde se puede ahondar
en aquellos sentimientos
que le son propios.
Sentir la paz,
la fortaleza y el amor
del lazo familiar,
es un sentimiento difícil de explicar,
algo insustituible,
algo que queda para siempre,
un sentimiento
que es la vez escudo,
contra los males de la vida,
que es soporte,
cuando la vida nos lleva y nos trae
días grises y momentos tristes.
Aunque no deja de ser preocupante,
que solamente en vacaciones,
haya tiempo de compartir,
haya tiempo de familia.
Cuando ese tiempo debería ser
un tiempo permanente
un tiempo intenso,
un tiempo que no admite dilaciones,
porque la familia lo necesita y lo requiere,
porque la familia como concepto,
como núcleo,
como centro,
es como el torno y las manos del alfarero,
que moldean -no el barro-
sino el corazón, el alma y el espíritu
de todos quienes la conforman.
Tiempos de familia,
tiempos quizá escasos,
o tiempos de poco diálogo.
Tiempos de familia,
tiempos para aprender,
para trabajar los valores
de la convivencia pacífica:
diálogo, tolerancia,
respeto, amor, prudencia,
apoyo, ayuda, consejo.
Tiempos de familia,
tiempos para la familia,
que no aceptan excusa,
porque el tiempo pasa,
porque pasa el tiempo,
y lo que callas,
o lo que no dices a tiempo,
y aquel abrazo,
aquella palabra de amor,
aquel consejo,
aquel espacio nunca llegó,
y corres el riesgo,
de no decirlo nunca,
de que no pase nunca,
o decirlo o hacerlo, cuando ya no haya
quien escuche,
o cuando ya nadie escucha,
o cuando no estén los que necesitas,
porque ese tiempo de familia,
no llegó a tiempo.
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