En tiempos de injusticia es peligroso llevar la razón
Le pusieron la zancadilla,
la hicieron caer,
de la noche a la mañana la justicia,
se empezó a desvanecer.
Empezaron las denuncias,
los compadrazgos,
las decisiones politiqueras,
los intereses mundanos,
que utilizando el disfraz de “la verdad”,
poco a poco,
fueron infectando a la justicia,
con los males de la corrupción,
de la indolencia,
de la mediocridad,
de la troncha,
de la dejadez,
de la inseguridad.
Acabaron poco a poco,
con la ilusión de jueces,
y funcionarios de carrera,
que entregaron la vida,
que sirvieron y aún sirven,
sin interés alguno,
que no sea el bien de la gente.
Acabaron con la ilusión,
de los que acuden a los tribunales,
buscando que el juez,
les ayude a solucionar sus males,
y que se encuentran con un juez,
con un juzgador atado de manos,
que no puede resolver,
que no puede despachar,
porque el sistema está colapsado.
O, en el peor de los casos,
se encuentran con un juzgador,
que se ha entregado a la corrupción,
al dinero y a las cosas vanas,
y que ha hecho de su ejercicio,
el altar de los sacrificios,
la oportunidad para lucrar,
para poder ganar,
dinero extra para su vida mundana y material.
Reformaron la ley,
para volver lenta su gestión,
la llenaron de trámites,
de tribunales de sanción.
La saturaron de funcionarios,
sin un ápice de ilusión,
por el servicio a los ciudadanos.
La fueron matando,
de a poco,
junto a una campaña incesante,
permanente y maldiciente,
que genera en la población,
el deseo y la satisfacción,
de cambiar todo,
de cambiarlos a todos,
como si de cambiar jueces
se tratara la cosa,
como si de las personas dependiera solamente,
que la justicia sea buena,
que la justicia llegue a todos.
Nos vendieron la fórmula
de “dame el poder para mejorar la justicia”,
y nos lo creímos,
nos creímos cada una de sus palabras,
y nos las seguimos creyendo,
porque los que aún están dentro,
los que tienen el deber e administrar
la justicia en general,
han dejado de lado la ilusión
y se ha puesto a pelear,
dando por lo tanto la razón,
de que son las personas a las que hay que cambiar.
Cambiarán entonces las personas,
llegarán los nuevos juzgadores,
los nuevos fiscales, los nuevos magistrados,
los nuevos administradores.
Y supuestamente vendrá la nueva justicia,
que cambiará todo…
aunque tengo mis temores,
tengo mis penas y dolores,
pues una justicia que depende del gobierno,
una justicia que no es profesional,
que no se ha preparado,
que no se ha liberado del yugo político,
del yugo de la corrupción,
difícilmente podrá ser libre,
difícilmente podrá servir,
difícilmente será justicia,
y siempre buscará la forma,
de justificar sus bajezas,
de tapar sus impurezas.
Justicia ¿dónde estás?,
te buscamos por todo lado,
y no te encontramos.
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