jueves, 13 de septiembre de 2007
La ciudad sitiada
Pasaron las ferias y los feriantes,
llegó la Virgen y los romeriantes,
llegaron de lejos los lojanos,
gente que no venía desde hace años.
La ciudad se vistió de gala,
para recibir a la Señora del Cisne,
su presencia siempre grata,
pone a Loja en la cúspide más alta.
Con la presencia de la Virgen del amor,
da inicio la fiesta oleada por el Libertador,
la feria comercial y cultural lojana,
abre las puertas a las visitas lejanas.
El cielo en la noche,
iluminado se encuentra,
con luces de diversos colores,
son castillos, cuetes y camaretas,
los que rinden tributo al Niño y la Virgen.
Las calles se llenan todas,
de personas, de colores y de olores,
las ventas ambulantes emergen,
prestas a “hacer su agosto”.
En toda esta mezcla de vivencias,
y emociones por doquier,
me queda la angustia de “la ciudad sitiada”,
por el tránsito agobiante en sus centrales calles,
por un comercio informal que se toma los portales,
por la campaña electoral que invade ventanales,
balcones, automóviles y todos los sitiales.
La ciudad sitiada,
por el comercio de Loja,
que sus letreros coloca,
con sus coloridas letras,
sobre todas las puertas,
que ofrecen servicios.
Nada digo, ni querré decir,
en contra del romeriante fiel,
en contra del vendedor “de a pie”,
en contra del político de turno,
ni del comercio local,
quiero hablar por la ciudad,
por su limpieza total,
porque lo uno,
no contraría lo otro.
La fe, la política,
el comercio justo,
la normal vida del la ciudad,
no se contrapone,
con normas básicas de urbanidad.
Por eso como lojanos debemos,
cuidar la ciudad,
más allá de campañas mediáticas,
de premios pasajeros,
de intereses electoreros o demás.
Quien llegue a Loja,
encontrar debe,
la ciudad ordenada y limpia,
que a todos acoge,
que a todos quiere,
pero que a todos pide,
respeto y amor de verdad,
por todo nuestro entorno local.
Y por ello nuestras instituciones deben,
preparar y prepararse
para que el visitante palpe,
que hay un orden que debe respetarse.
Vivir limpios y en orden normal,
nos es privilegio de pocos,
es el derecho de todos,
y para ello los ciudadanos,
debemos exigir respeto,
al hogar donde habitamos.
Quien pone las normas,
es el dueño de casa,
que sin perder la gracia,
enseña al visitante,
las formas de llevarse en la ciudad.
Y las reglas no son solo
para el de fuera,
ni más faltaba,
son primero para quienes,
aquí habitamos siempre:
la basura en su lugar,
el agua que solamente debas utilizar,
el espacio de la vía que te sirva para circular,
la pared que es tuya pero también de la ciudad,
las calles y avenidas, no son bares ni cantinas,
los juguetones riachuelos nos son dos basureros,
el aire puro y silencioso es un tesoro precioso,
nuestro Parque Central, un destino ornamental,
limpiémoslo de propaganda comercial y electoral.
La ciudadanía se construye,
siendo ciudadanos día a día,
el ciudadano es el reflejo de su ser,
los seres nacen y forman para el bien,
si hay un entorno de valores
que se vierten en él.
La ventaja de esto,
es que no se necesita de dinero,
se requiere voluntad,
ganas y deseo,
de ser mejores,
por el hecho de serlo,
de lo contrario tendríamos
sin quererlo por fuera
y de nuevo,
la ciudad violenta,
la ciudad asechada,
la ciudad sitiada.
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