La muerte no es enemigo, señores. Si vamos a luchar contra alguna enfermedad hagámoslo contra la peor de todas: La indiferencia
Robin Williams – en la película Patch Adams
La enfermedad llega,
sin anuncio, sin edad,
sin golpear la puerta
y sin avisar.
La enfermedad llega,
y trastoca vidas, rumbos,
planes y anhelos.
La enfermedad llega,
y nos transporta
a una realidad desconocida,
donde encontramos
a personas y familias,
que viven, luchan y conviven
con la enfermedad.
No estás solo,
son muchos
los que viven y conviven
con esto llamado enfermedad.
Afecta: sí,
golpea: sí,
desanima: sí,
mortifica: sí.
Por eso,
el ejercicio de no ser indiferentes
ante al enfermedad
es el primero de los deberes.
Entender, comprender,
ser sensibles, solidarios,
y no olvidar,
que la enfermedad puede llegar,
no como castigo,
si no como parte del camino.
Niños, jóvenes, adultos o viejos,
todos pueden enfermar,
del algo grave o de algo trivial,
pero todos necesitan,
esperan y confían
en contar con compañía,
medicina y atención.
La indiferencia y el olvido,
ante al enfermedad,
no cabe, no pueden caber.
Que haya indiferencia y olvido
ante la enfermedad,
ante los enfermos,
ante sus familias,
es equiparable
a los crímenes de lesa humanidad.
Gobiernos, instituciones,
organizaciones y personas,
debemos comprometernos,
desde nuestros diversos roles,
a no ser indiferentes
a no olvidar la enfermedad,
a los enfermos, a los cuidadores,
a las familias, a aquellos que trabajan
en los servicios de salud
y los que puede investigar
nuevas formas de curar.
Que el olvido y la indiferencia,
dejen de ser,
la peor enfermedad.
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