"La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la
muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos."
Antonio Machado
Mañana día de difuntos,
mañana día de ritos,
de recuerdos, de momentos que fueron,
de momentos que se han ido,
mañana, día de los muertos.
Mañana en especial,
recordaremos a aquellos
que se adelantaron en el camino,
que se fueron antes,
que dejaron el mundo terrenal.
Muchos los recuerdan con tristeza,
por lo que fueron en sus vidas
porque ya no están para hacer felices
a quienes los amaban.
Aunque se dice, y con razón,
que no deberíamos estar tristes
por los que se han ido,
sino por aquellos que, aunque vivos,
no tienen amor por la vida,
el prójimo y la familia.
Morir,
el destino común de los humanos,
que regresan a la tierra,
tal como llegaron,
sin bienes, sin riquezas,
sin sufrimientos, sin pobrezas.
Morir y volver a la tierra,
algunos con la satisfacción
del deber cumplido,
porque lo dieron todo,
a cambio de nada,
felices de haber servido,
de haberse ganado
el dinero con el sudor de su frente,
con el esfuerzo de sus manos.
Otros mueren y morirán,
dejando una huella imborrable,
de injusticias y violencia.
Se aprovecharon en vida
del prójimo, de su dinero,
de su esperanza, de su confianza.
Llenaron sus bolsillos de dinero
y su corazón de ambición,
envidia y desconfianza.
Esos, al igual que los otros,
regresan a la tierra,
con las manos vacías,
olvidaron que nada terrenal,
nos llevamos al mundo espiritual,
o quizá si,
y que es una forma de vida eterna:
el dulce o el triste recuerdo,
de quienes en vida,
piensan en los muertos.
Hay quienes que,
a pesar de la muerte,
no han callado su voz,
porque su ejemplo,
sus acciones y su recuerdo,
hablan por ellos,
hablan y enseñan,
provocan reflexiones.
Porque fue su ejemplo,
una forma de vida a seguir,
porque fueron sus acciones
las que nos motivan a vivir.
Lo decía el poeta (Borgues),
que "La muerte es
una vida vivida.
La vida es una muerte
que viene."
porque en vida rendimos culto a la muerte,
le tenemos miedo,
tratamos de huir de ella,
sin pensar quizá,
que la vida se ha hecho para vivirla,
de tal manera que cuando llegue la muerte
el espíritu deje el cuerpo
con la tranquilidad del mayor esfuerzo,
con la paz que es resultado
de la buena fe,
de las buenas costumbre,
del buen hacer.
Bienaventurado el que al morir,
tiene tiempo de sonreír,
porque lo que hizo en vida,
lo hará eterno –viviendo-
en el corazón de los que lo aman,
y siguen su ejemplo.
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