El diálogo no impone,
no manipula, no domestica, no esloganiza.
Paulo Freire
Hacía tiempo,
que no miraba
la gente en las calles,
protestando…
pidiendo algo,
exigiendo derechos,
buscando diálogo.
Es verdad,
en medio de las marchas,
hay siempre un grupo
que genera violencia,
que pierde la
oportunidad de dialogar.
También es verdad,
que la propia autoridad
no confía en el
diálogo,
no permite dialogar.
Dialogar,
es sobre todo,
saber escuchar.
Para quienes tienen
la responsabilidad
compleja
de dirigir los destinos
de una ciudad
de un país,
de una colectividad,
el diálogo deberá ser,
siempre y sin opción,
la única vía de
construcción
del futuro en paz.
Todos tienen derechos,
todos tienen una parte
de la verdad,
de su propia verdad:
el poder que toma
decisiones,
sobre el presente y el
futuro,
sobre los recursos y
los bienes.
Y, por otro lado,
los ciudadanos,
que aceptan o no,
que comparten o no,
lo que el poder hace.
También están,
los que piensan
que las cosas van mal,
que las decisiones,
en temas delicados y
complejos
no están bien
fundamentadas.
Hoy,
cuando hay decisiones
del gobierno,
cuando hay gente que
aplaude,
y otra que no entiende
las decisiones del
poder,
hoy,
miro que el diálogo,
no es la vía,
no es el camino.
Hemos llegado,
a usar para comunicar
al lenguaje violento
el lenguaje del
enfrentamiento,
el lenguaje que
desacredita
el lenguaje que acusa,
el lenguaje que busca
declarar a los
perdedores,
declarar a los
ganadores.
Cuando
a lo que deberíamos
llegar,
es a poder dialogar.
A gestionar las
diferencias,
de manera no violenta.
A escucharnos,
a escuchar,
a pensar,
a analizar,
a construir.
Me parece que hoy,
es todo lo contrario,
una suerte de
competencia,
¿quién tiene más
apoyos?,
¿quién tiene más
votos?,
¿quién tiene la mejor
campaña?,
¿quién gana?,
¿quién pierde?,
y así no se construye
democracia,
no se construye un país.
Porque un país no tiene
bandos,
no tiene, no debería
tener,
ganadores o perdedores,
debería tener la
capacidad,
de poder dialogar.
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