Cada uno de nosotros es, incluso desde el vientre de nuestra madre, un
maestro artesano de ídolos.
Juan Calvino
Construimos siempre,
en todas las épocas,
en todos los años,
en todos los tiempos,
ídolos por todos lados.
Ídolos que se adoran,
que se veneran,
que se siguen hasta el final de los días.
Ídolos de los que se
recogen
sus dichos, sus palabras,
sus estilos, su forma de ser.
En algunos casos,
la construcción de un ídolo,
es un asunto personal,
es una idea personal.
En otros muchos,
los ídolos se construyen,
los construyen otros
porque la gente necesita creer en algo.
Hay ídolos en la cultura, en la música,
en la ciencia, en las letras,
en la filosofía, en la vida,
y también en la política.
Éstos, los ídolos en la política,
son seres especiales,
porque se fabrican
a medida del tiempo y la historia
donde aparecen como mesías,
como salvadores, como divinos,
como sabelotodos,
como reyes sin reino,
a los cuales debemos
brindar los bienes,
la vida, el trabajo y la dicha.
Ídolos,
que resultan,
de una maquinaria siniestra
que construye en torno a ellos
una historia divina,
que los transforma en redentores,
en los únicos que podrán hacer algo
por la gente y la vida.
Una maquinaria
que te recuerda cada día,
la importancia del ídolo,
y lo triste que sería tu mundo
si él no estuviera
si él, por cualquier razón se fuera.
El ídolo en la política,
y en el poder político,
reniega de cualquier tiempo
que le permita recordar
lo malos que fueron otros con la humanidad.
Hace y hará referencia,
a los héroes que han muerto,
transformándolos en sus dioses,
y también en los tuyos.
El ídolo en la política,
y en el poder político,
se convertirá de a poco
en el único,
pues no habrá otro,
que haga las cosas como él,
que piense como él,
que actúe como él,
que hable como él,
que gobierne como él.
El ídolo entonces,
se transforma en único
y de su boca no salen ya palabras
sino sentencias,
frases dramáticas,
sanciones,
disposiciones…
amenazas.
Cuando el ídolo,
ha concentrado el poder,
todo el poder,
es tarde cualquier paso al costado,
cualquier paso atrás,
cualquier sentimiento contrario,
porque el absoluto domina el todo.
A una sola cosa teme el ídolo
y es a la razón,
y también al sentido común,
porque son enemigos del sometimiento
la ignorancia y la desidia,
alimentos primigenios
del ídolo en el poder.
El hombre en su naturaleza,
construye siempre,
en todas las épocas,
en todos los años,
en todos los tiempos,
ídolos por todos lados,
ídolos que son de barro.
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