miércoles, 28 de noviembre de 2007
Cartas a Santiago, mi hijo
Probablemente cuando te hayas
convertido en joven,
nadie se acordará siquiera
que esta ciudad querida,
la basura de pronto,
dejó de ser recogida.
Y… aunque el conflicto
se superó en pocos días,
en la boca de todos,
o de la gran mayoría,
quedo el sabor amargo
de una derrota
disfrazada de victoria.
Derrota, porque se perdieron los roles,
derrota, porque se acusaron unos a otros,
derrota, porque algunos con ironía,
reían y gozaban del mal ajeno,
regocijándose pues el problema
les daba que hablar,
les permitía acusar,
les brindaba el espacio idóneo
para poderse burlar.
Derrota, pues al terminar el conflicto,
todos reclamaron para sí
la bandera de la victoria,
felicitaron al pueblo,
se regocijaron con su comportamiento,
nos felicitaron por haber enfrentado
la situación con madurez,
con altivez y patriotismo,
por supuesto con la clásica
cultura que nos caracteriza.
Derrota, porque quienes debieron
enfrentar el problema
con responsabilidad social,
con madurez, con altivez y patriotismo,
jamás lo hicieron,
se hicieron al lado,
dijeron: yo no fui,
deslindaron responsabilidades,
le echaron la culpa al de al lado,
y fueron pocos los que de veras,
ante una ciudad paralizada,
por momentos confusa,
en ciertos lados atestada de basura,
tomaron las riendas
y corrigieron lo que era ya
una desastrosa situación.
Derrota, porque en nosotros quedó
un miedo latente y cierto
de que con la huelga podrán
otros grupos y sectores
buscar sus días mejores
sin importar la ciudad.
Y es que no se trata
solamente de derechos,
se trata de vernos a todos,
como parte de grupo total,
que si no piensa en un todo,
deforma poco a poco
el tejido social,
pues las diferencias afloran,
y todos quieren ganar igual.
Todo esto que te cuento
pasó recién,
en nuestra pequeña ciudad,
y aunque la basura no está
en las calles ni en las plazas,
y aunque los derechos de unos
fueron reconocidos con justicia,
el saldo, los platos rotos,
son para nosotros,
herencia pendiente,
factura a pagar,
mas temprano que tarde,
la hora llegará.
Por ello te digo hijo mío:
del mal ajeno,
jamás te rías,
jamás de burles.
Por tus derechos siempre,
siempre deberás luchar,
pero no olvides jamás,
que hay otros,
que hay muchos,
que ceden lo suyo,
por tu bienestar.
Y si algún día el destino,
de la mano te lleva
a que sirvas al pueblo
desde cualquier función,
se honesto y directo,
se valiente y correcto,
se solidario y leal,
se justo y prudente,
se verdad hacia la gente,
desde dentro hacia fuera,
mira que el mal ejemplo,
parece ser lo único que queda
por enseñar.
Jamás cedas, si tus derechos
conculcar se pretende,
pero mira a todos lados,
es probable que tu lucha,
se cobre vidas ajenas,
afecte los corazones puros,
hipoteque el futuro de todos,
en complejo lo sé,
pero en estos casos,
es mejor meditar tus acciones,
seguro una luz divina,
una fuerza Superior,
hará lo demás
y evitará el dolor.
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